"Los misioneros somos afortunados. Puedo decir que he trabajado mucho en África, pero nada comparado con lo que recibí. He sido afortunada. Cuando fui, fui de pobre. Cuando llegas allí, incauto, ignorante... todo aquello te sobrepasa porque nunca podías imaginar lo que era luchar con la pobreza, luchar con la enfermedad, luchar con pocos medios... Empezamos en un hospital tres enfermeras. No había médicos. Atendíamos 300 ó 400 enfermos diarios... La negrura allí es muy negra, no por el color de la piel de las personas, sino porque el hambre, la miseria, es muy negra, muy triste, huele muy mal... Ese es el impacto más grande, el que te revuelve todo el estómago..."
Así comenzaba su intervención María Teresa Andrade Pérez, misionera de María Mediadora, invitada por Manos Unidas de Membrilla para que compartiera con los numerosos vecinos que asistieron al encuentro su testimonio vital y su experiencia con los más pobres y necesitados forjada a lo largo de muchos años de trabajo misionero en África e India, en un acto que Asun Alcaide, presidenta local de Manos Unidas, aprovechó para presentar la nueva campaña "Un mundo nuevo, proyecto común". .
"El primer año es muy duro.- reconoció la enfermera y religiosa gallega durante su testimonio.- Te sientes avergonzado porque uno ve que es culpable también; todos somos culpables, todos nos tenemos que culpabilizar de la pobreza en la que viven muchos seres humanos. No viven así por falta de recursos, viven así por el egoísmo del ser humano, porque nos habían dicho: hay comida para todos, hay desarrollo para todos... pero por el egoísmo no lo hay. Hay incluso mucho egoísmo en el gobierno de esos países, porque muchas veces mandas ayudas y no llegan a la gente porque ellos se las quedan."
María Teresa Andrade realizó un recorrido por su experiencia en Malawi, país del sureste africano, donde desarrolló más de 20 proyectos, muchos de ellos financiados desde España por Manos Unidas. Un importante testimonio, muy necesario, que pone nombres, cantidades y realidades sobre la mesa, confirmando que entre todos se puede hacer mucho, cada uno con lo que pueda aportar. Una manera de acercarnos a los proyectos de Manos Unidas, que tan lejanos se ven en la distancia y que hoy son realidades palpables que están ayudando al pleno desarrollo de los países del sur.
"Al principio te sientes como deprimida. Piensas "qué hago yo aquí", porque aquello... una cosa es verlo en las fotos y otra cosa es tocarlo con tus manos, ver morir a los niños..." Pero María Teresa Andrade no quiso basar su intervención en cosas tristes, sino compartir los logros conseguidos: "A pesar de la pobreza que se vive en África son gente muy alegre. Con muy poco viven, sobreviven y luchan." Y destacó, sobre todo, la solidaridad del pueblo africano: "Nunca nos ha faltado nada en África. Cuando llegas allí te encuentras con la solidaridad de la gente. Nos traían maíz, cacahuetes, alubias... Aquello poco que la gente tenía lo compartía con nosotras y gracias a Dios no pasamos hambre en África."
De esa lucha conjunta por la supervivencia, surgieron importantes frutos: Desde que llegó a Malawi en el 86, María Teresa Andrade trabajó en el hospital rural Mlale, para el que consiguió una ambulancia. Se crearon también un centro para la promoción de la mujer, un laboratorio en ese mismo hospital y su ampliación con una pediatría. Después llegaría el proyecto que más marcó su experiencia en el continente africano: su lucha para erradicar la desnutrición en niños menores de 5 años, a través de un hospital construido por Manos Unidas que se puso en marcha en 1991 y que ya ha sido ampliado. La misionera explicó que había muchos niños huérfanos por el sida y pusieron en marcha el orfanato, donde viven los niños en casitas construidas por Manos Unidas. Andrade recordó que cuando llegó la situación era más pobre y cada día se les morían 3 ó 4 niños desnutridos. Explicó que una de las causas de la desnutrición es la falta de comida, pero que tiene muchas otras raíces que también tenían que trabajar, como por ejemplo los embarazos frecuentes sin distancia entre un niño y otro, lo que provoca que la madre no pueda alimentar correctamente con su leche a todos los bebés, considerando que allí no hay alimentos suplementarios de farmacia. "Se ha conseguido mucho porque entiendan la importancia del distanciamiento entre embarazos. Hemos conseguido que las mujeres comprendan y las hemos enseñado a aprovechar todas las propiedades nutricionales de un alimento de la zona, como la soja, para la alimentación infantil."
El trabajo en los hospitales se completaba con clínicas ambulantes, medicina preventiva, y apertura de pozos porque el agua potable tiene allí gran importancia para evitar el cólera y enfermedades gastrointestinales. Y, además, trabajaron con la educación. Según la misionera, allí no había "ni escolarización ni sentido de ella". Tuvieron que hablar con los jefes de las tribus para convencerlos de que los niños tenían que ir a la escuela del centro base. Como fruto de este trabajo de concienciación llegó la construcción de la escuela, donde en la actualidad hay 2000 niños escolarizados y "este año hubo que ampliar el centro con tres aulas más."
En la actualidad, han puesto en marcha tres granjas, que permiten que coman 500 personas diarias. Un proyecto común en el que colaboran también los niños. La misionera completó su intervención con un recorrido fotográfico por la realidad que estas religiosas viven en Malawi y la importante obra que se ha realizado, sobre todo con los niños, en gran parte gracias a la financiación de Manos Unidas.
Cerró el acto el párroco Raúl López de Toro, destacando no sólo el tremendo trabajo que estos misioneros realizan en los países más pobres, sino la importancia de la labor que realiza Manos Unidas, tanto en su apoyo económico para la financiación de esos proyectos, que son reales, como en su trabajo de concienciación social entre los que se incluyen estos encuentros testimoniales.