Nunca llueve a gusto de todos

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Cada vez que los fenómenos atmosféricos se salen de lo corriente, nos pilla desprevenidos. Y se inundan casas y negocios, o se rompen tuberías tras una helada, o la nieve nos cierra los caminos. Y todo es por falta de previsión. Cuando ha llovido fuerte y se han producido inundaciones, todo el mundo se queja en la tele enseñando los muebles echados a perder, y por supuesto solicitando a las administraciones la catalogación de zona catastrófica para recibir indemnizaciones. Luego viene la mirada de los viejos del lugar, y su media sonrisa al explicar que donde ahora hay casas hace unos años se extendía un canal, una vaguada, una rambla, quizá seca durante años, pero por donde el agua finalmente busca su cauce natural. Y todo son quejas y discursos plañideros, y los políticos aceptan poner buena cara y buenos dineros para salvar la opinión de la gente tras el desastre.

Y a todos nos cuesta caro. No tendría por qué ser así. Acondicionando adecuadamente el entorno de los lugares donde vivimos, no tendrían por qué suceder aquellos que llamamos desastres naturales. No es natural que ocurran desastres si se han sabido prevenir. Y siempre hay que ponerse en lo peor. Llueve de forma torrencial cada muchos años, pero cuando llueve de verdad, llueve. Tampoco está nevando todos los días, pero que nieve es algo que puede suceder. Y esas mismas autoridades, a todos los niveles, que después de un desastre tratan de paliar las consecuencias con dinero, podrían gastar ese dinero antes de que las catástrofes ocurran. Digo yo.

En Membrilla ya tenemos alguna experiencia con las inundaciones provocadas por el desbordamiento del río Azuer. Por nuestro río apenas corre el agua la mayor parte del año. La que debería correr de forma natural desde su formación hasta las Tablas de Daimiel se queda retenida en el pantano de Vallehermoso. Como el río se ha desacostumbrado a llevar el agua, en su cauce ha crecido todo tipo de maleza, juncos y otras especies silvestres. Se han llevado a cabo tareas de acondicionamiento, pero sólo parciales: en algunos tramos, y no con toda la eficacia que cabría esperar. El resultado es que cada vez que hay lluvias torrenciales, o cada vez que el pantano se llena y abren las compuertas, el agua rebosa del cauce por todos sitios y se inunda medio campo y casi el pueblo. Es lo que está pasando estos días, con la carretera de la Vega atravesada por arroyos espontáneos, imposible para el tráfico, y la carretera del Espino a punto de seguir la misma suerte. Con policías y guardias civiles movilizados, con riesgo de que el agua desbordada alcance el pueblo, con siembras echadas a perder bajo enormes lagunas.

Membrilla, al otro lado de la lagunaY digo yo que con algo de previsión, por parte de quien corresponda, se podrían curar algunos de estos males, antes de que duelan. Aparte de limpiar completamente el cauce original del río Azuer, cavando lo suficiente como para que acoja el agua en cada crecida, y eliminando cuanta vegetación entorpezca el paso del agua, se podrían tomar otras fáciles medidas. Por ejemplo, aprovechar la desusada red de canales que discurren paralelos al cauce del río. En otro tiempo, estos canales sirvieron para hacer llegar el agua a los molinos, y cuando los molinos dejaron de tener uso, ahí quedaron inútiles los canales, plagados de vegetación y vacíos de sentido. Pero ahora se les podría dar una nueva función, si se acondicionaran como el cauce del río, y estuvieran abiertos a las corrientes que llegan cuando se suelta agua de golpe desde el pantano. El trabajo más difícil ya está hecho, los canales existen, y esta red ya construida, estando en condiciones, aliviaría las corrientes que llegaran en ocasiones como ésta. La distribución del agua sería efectiva, se repartiría por cauces adecuados y sería así más difícil que rebosara e inundara los campos y las carreteras.

          Pero para eso hacen falta dinero y voluntad. Y ponerse a hacer las cosas rápido, antes de que nuestro río seco se desborde otra vez, y haya que gastar ese mismo dinero en indemnizaciones y después todo se quede como estaba. Así, cuando llueva, sobre todo si es por estas fechas, con el campo ya sembrado, podremos decir que llueve a gusto de todos.

 

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