La agenda te sorprende de un modo casi aterrador cuando un día, de repente, te muestra el encabezado del 1 de septiembre. Y te preguntas dónde está agosto, qué ha sido del mes más vivo y festivo y sagrado y dicharachero del calendario de Membrilla.
Vuelves las páginas buscando dónde ha ido. Pero la respuesta es un vacío de renglones en blanco.
Treinta y un días que no han sido, que han desaparecido en un chasquido de dedos, como una triste consecuencia más de una pandemia que a ratos, -sólo a ratos-, tiene más de humana (en lo triste y desacertada) que de sanitaria.
Agosto solía arrastrar de julio celebraciones agrarias: un pueblo unido en torno a un melón; una “fiesta” nueva de la que no ha quedado ni el eco en la cabecera del Espino, tan vacía estos días...
Actos multitudinarios como la Bajada y la Subida de la Patrona se han transformado en un espejismo incierto. Aún dudamos de si era real la imagen robada de una Patrona clandestina y fugaz, como una brillante Perseida, cruzando el Espino.
Un agosto de silencios, sin los pasodobles de nuestras bandas de música…
Un agosto de polideportivos vacíos, metas sin aplausos y cucañas mutiladas en la retina.
Un agosto sin risas de niños en los parques, víctimas de un precinto inexpugnable.
Un agosto de iglesia, patio y bares…
Un agosto sin ruido de alabardas ni entrega de Cumplidores ni pujas ni plazas…
Incluso quedó en el limbo del duelo no cerrado el sentimiento de una Quinta del 2002 que no pudo celebrar su mayoría de edad arropada por sus vecinos.
Un virus despejó de un plumazo el entorno de la ermita de San José de Calasanz para ocultar su popular fiesta, imponiendo más silencio en el barrio de Corea…
Sólo virus. En las conversaciones y en el olvido. En el poco cuidado. En el cuidado extremo y responsable. Y hasta en la sensación difusa de que alguien quiere castigar a Membrilla exhibiendo lo que no se revela en otros casos, como si arrebatarle agosto no hubiese sido ya bastante castigo.
Tanta fiesta, tanto sentimiento, tantas familias reunidas en el entorno mágico de los Desposorios, tantos días sin horas suficientes para llegar a tiempo a tanta actividad… Y al final, sin saber cómo, ya es 1 de septiembre.
Vuelves las páginas buscando dónde ha ido. Pero la respuesta es un vacío de renglones en blanco, embozados tras una mascarilla.