Un viaje a la Gruta de María Magdalena en la mágica y ancestral Sainte Baume

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“Esta es una historia que comenzó hace mucho tiempo, a orillas del lago de Tiberiades... La historia de una mujer liberada por la fuerza del amor…”

Narran los frailes dominicos de la Sainte Baume el viaje espiritual de Marie Madeleine, María Magdalena, desde el mismo lugar en el que guardan desde hace siglos parte de las preciosas reliquias de la Apóstol de los Apóstoles.

El macizo de la Sainte Baume, en la Provenza francesa, es ciertamente un lugar mágico. La montaña, de más de mil metros de alto, es ante todo una curiosidad geológica: su pared rocosa, que se extiende a lo largo de doce kilómetros, surgió del fondo marino en la era secundaria.  El bosque reliquia que lo rodea, declarado reserva biológica, fue centro de cultos y ritos ancestrales desde tiempos de druidas y celtas y caminar en la penumbra de sus empinados caminos provoca una sensación extraña, como de sentirse observado  por miradas sobrenaturales escondidas entre hayas gigantes, tejos y robles milenarios.

La ascensión a la cueva natural excavada por la erosión en lo alto de la roca se ha convertido en uno de los actos de peregrinación más antiguos del mundo cristiano: Santa María Magdalena habría vivido allí treinta años de su vida, retirada tras muchos años de predicación en Marsella.

Es parte de la leyenda provenzal de María Magdalena, germen de su culto en Europa: Tras la muerte de Jesús, Pedro encargó a San Maximino que cuidase de María Magdalena. Durante las persecuciones cristianas, Lázaro, sus hermanas Marta y María Magdalena con su sirvienta Sara, María de Cleofás, María Salomé, Maximino y Cedonio, -el ciego curado por Jesús-, fueron abandonados en el mar, a la deriva. La providencia quiso que, en vez de morir ahogados, la barca llegase a las costas de la Provenza francesa…

Recorrer el bosque la Sainte Baume se convierte sin duda en una de las experiencias místicas más recomendables. Un empinado recorrido a pie de cerca de una hora donde el silencio no sólo es natural en el entorno, sino que además responde a la “prohibición” o recomendación de no hablar durante el trayecto para facilitar la meditación personal, lo que acrecienta su halo misterioso. El recorrido está salpicado por oratorios renacentistas, y cuenta con manantiales y fuentes como la de Nans.

A los pies de la pared vertical de roca, una empinada escalera lleva al caminante hasta un curioso grupo escultórico del Calvario. Más adelante, en la pequeña explanada que corona la ascensión, la escultura de una Piedad, con María Magdalena a los pies de Cristo, recortada sobre el horizonte. También una sencilla hospedería anexa regentada por los propios frailes dominicos. 

Y, al final, la gruta excavada en la roca, donde la presencia de María Magdalena se ha convertido tras cientos de años de tradición en una realidad casi palpable, acompañada siempre del símbolo de la rosa. Los restos de la santa fueron trasladados hasta la cercana Basílica del pueblo de Saint Maximin, obra maestra del gótico, donde se conservan y veneran el cráneo y un trozo de piel vinculado a la escena del Noli me tangere. En la fría  gruta, profunda y con varios niveles e incluso un pequeño manantial de agua natural con pretendidas propiedades curativas para la vista (vinculada con Cedonio), puede escucharse misa diaria. 

Es curioso también el sentimiento que desprende el Camino de Consolación que arranca en el Calvario; un sendero de meditación especial creado el año de la Misericordia que recorren los padres de hijos que no llegaron a nacer y que culmina dentro de la gruta, en un lugar de oración y memoria para honrar al pequeño que perdieron.

Los peregrinos y amantes de la naturaleza más valientes aún pueden tomar un sendero y llegar hasta lo más alto del macizo, al Saint Pilon, tras media hora más de trayecto. El espectáculo será impresionante, con el mar Mediterráneo y los pueblos de la llanura al Sur y más macizos al Norte, entre ellos Santa Victoria, la hermana gemela de la Sainte Baume. Incluso pueden realizarse rutas de senderismo, como el propio Chemins des Roys desde Nans des Pins, en vez de desplazarse en coche hasta el aparcamiento ubicado fuera de los márgenes del bosque sagrado.

Sea como fuese, interesante viaje hacia una de las zonas naturales y místicas más sorprendentes del sur de Europa. Es difícil de explicar porqué. 

"Donde una tradición constante rodea un lugar de homenaje, donde la fe de las viejas generaciones inculcan esta devoción a las generaciones venideras, donde la piedad de las familias soberanas se une con la piedad popular en la misma veneración, por oscuro que sea el origen de estas devociones, por fácil que sea la contradicción, uno puede estar seguro: ¡algo grandioso ha sucedido allí! "(La Sainte Baume, Joseph d'Ortigue, 1834).

 

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