REFLEXIÓN Eterno ir y venir El autor |
Estas gentes pacíficas, hoy pacíficas gentes, estuvimos andando dictadura durante cuarenta años de obligado estoicismo. Un día amaneció verde el jardín y tocaron trompetas de esperanza anunciando la tierra prometida, la tierra de justicia que perdimos. Pero nos confundieron los cantos de sirena.
Cuarenta años después de cuarenta años callaron las sirenas, el sol subió a su cénit y se abrieron los ojos de las gentes pacíficas, muy pacíficas gentes. Vimos por fin las caras cubiertas con caretas, la verdadera piel, piel de camaleón, de muchos salva-patrias, las crueles fauces de la diosa Europa, la democracia herida, multitud de pancartas con siglas polisémicas… y oímos los equívocos sermones de aquellos que marchaban delante. Extendamos el índice antes que caiga el sol y se camuflen.
¡Cuarenta años de espera después de cuarenta años! Siete bíblicas vacas escuálidas, siete eneros de crisis nos han traído mientras ellos pastan con las suyas los prados comunales. Y quieren que nosotros comamos dictaduras con supuestas cucharas democráticas.
Para todos habría pan de trigo, pero siempre lo amasan unos pocos. Y el vino correría en abundancia, pero han hipotecado el jaraíz y sellaron el paso a las tinajas. Para todos habría queso y miel, -está escrito en los libros más antiguos- pero los lobos se han comido a las ovejas y los dujos han sido saqueados. Son los amos del mundo, los tiranos, los que se cruzan siempre en el camino para atrapar los edenes que prometen a los pobres los dioses de los ricos. Sois vosotros, ególatras del mundo, los agujeros negros del dinero. Sabemos que vuestras promesas son efímeras. No queremos ya escucharos pregoneros, charlatanes, que ofrecéis complejos paraísos con estrellas polares desnortadas siempre por descubrir. Jamás nos cegarán vuestros falsos arcoíris. Teméis a la verdad inexorable: ¡que nuestra sabiduría es vuestra muerte!
Pero estas gentes pacíficas, muy pacíficas gentes, vemos a los corruptos cómo tejen más grandes sus bolsillos bajo la sombra impune de las leyes. Y todo se nos muestra en montajes mediáticos con luces y taquígrafos. Y estas gentes pacíficas, muy pacíficas gentes, discutimos mientras tanto si es éste o es aquel, si es tu político o el mío el más ladrón. ¡Oh, qué pueblo! Qué triste pueblo en el peor sentido: o matamos o dormimos. ¡Cuándo despertaremos! ¿O ya estamos muertos?
Cosme Jiménez Villahermosa