La familia es la más antigua de todas las sociedades y la única natural. La familia es la puerta de la que se recibe la vida, la primera escuela donde se aprende a pensar; el primer templo en el que se aprende a amar. El amor es incapaz de sobrevivir si no es alimentado en la familia. Hay que revalorizar la familia, porque en ella el amor encuentra su natural desarrollo. Por consiguiente, hay que combatir desde fuera todo aquello que la destruye o compromete su estabilidad, y estimular cuanto favorece su prosperidad. La familia forma parte del bien de los pueblos y de la humanidad entera.
Leía en una revista que se hablaba de la familia como patrimonio de la humanidad. Pocas cosas hay que merezcan tanto nuestra admiración y nuestros cuidados. La familia es nuestra mejor obra de arte, nuestro tesoro más grande, nuestra institución más necesaria e imprescindible.
En la familia se aprende a tener paciencia y a perdonar, a saber lo que es la verdadera autoridad y la confianza, a servir y a entregarse, a ayudar y participar, a escuchar y saber lo que es el sacrificio.
En la familia se aprende a amar, o no se aprende en ninguna otra parte. Un joven luchaba entre la vida y la muerte en una clínica; hacia falta una urgente transfusión de sangre. No había de la adecuada en el hospital. Un hermanito del enfermo se acercó al médico: ¡Si vale la mía, aquí estoy!. La comprobaron. Esta era la única adecuada, dijeron los sanitarios.
El chico alargó el brazo. Le sacaron la sangre, y candorosamente dice al médico: ¿Cuándo me muero? Creía que le habían extraído toda. El doctor quedó asombrado. Aquel niño ofreció su sangre, toda su sangre por su hermano.
¡Que bien vendría en la familia un intercambio de amor, demostrándose hasta el sacrificio, entre unos y otros!, ¡Que nueva vida, que nuevo vigor y alegría reinaría en todos los hogares!. Y que preparados estaríamos para establecer en el mundo la civilización de la vida y el amor, y no de la violencia y la muerte.
No puede construirse un mundo nuevo y mejor con familias desintegradas. De familias sanas y piadosas salen sociedades fuertes. Se necesitan familias como la de Nazaret, santificadas por la oración, el amor y el trabajo. Esto necesita la familia de hoy, oración, amor y trabajo.
Pedro Roncero Menchén
Sacerdote