“Empoderar al profesorado para construir sociedades sostenibles” es el lema del Día Mundial de los Docentes de 2015 que la Unesco celebra este 5 de octubre.
Apunta la Unesco que es un hecho reconocido que los docentes no sólo son un medio de alcanzar los objetivos de la educación; son también la llave de la sostenibilidad y la capacidad nacional para lograr el aprendizaje y crear sociedades basadas en el conocimiento, los valores y la ética. Pero los docentes siguen afrontando los problemas derivados de la falta de personal, la escasa capacitación y la baja consideración social.
Es bastante ilustrativa la lectura de la situación actual del docente que Olga Sanmartín realiza para El Mundo: “En una escuela abducida por la política, mermada por los recortes y condenada a forzar a los niños a aprender todos de la misma forma, los docentes españoles andan desmotivados porque apenas tienen incentivos a lo largo de su trayectoria profesional y han perdido el prestigio social que ostentaban en otra época.
Antes el maestro era aquel que lo sabía todo y al que todos escuchaban con asombro. Ahora esta función se la ha quedado internet; los padres se organizan en chats para criticar a la maestra y los niños se niegan a obedecer."
Añade unos datos estadísticos: España está por encima de la media de los países de la OCDE en el porcentaje de profesores que admiten que su clase es muy ruidosa (40% frente a 25%), que pierden bastante tiempo por las interrupciones de los alumnos (42% frente a 30%) y que, cuando comienza la clase, tienen que esperar demasiado hasta que se hace el silencio (42% frente a 30%). Según el Informe Talis, sólo un 60% opina que sus estudiantes procuran crear un ambiente de aprendizaje agradable, cuando la media mundial está en el 70%.”
Apenas han pasado unas décadas y ya parecen de la prehistoria aquellos tiempos en los que los niños llamaban al maestro eso mismo, “maestro”; una palabra que encerraba en su significado matices de respeto, de conocimiento y de reconocimiento, de mérito. Ahora tuteamos con una irreverencia a veces pasmosa, rayando una familiaridad que se escapa del ámbito educativo, más propia de colegas.
La figura del maestro, del profesor, del docente, es uno de los pilares sobre los que forjamos, -tantas veces sin darnos cuenta-, el edificio de lo que seremos. Qué menos que dedicarles un día al año para reflexionar sobre ello. Sobre qué exigimos a nuestros políticos en materia de educación (solemos olvidar, -ellos también-, que el voto no es un cheque en blanco); sobre qué exigimos a nuestros hijos en su comportamiento en clase; sobre qué nos exigimos como padres, pendientes sí, exigentes sí, pero respetuosos siempre; reflexionar también sobre que exigimos al profesor, porque la desmotivación tiene un límite, por supuesto, pero la entrega y el trabajo no deberían pasar desapercibidos ni dejar de recompensarse, aunque sea con el agradecimiento.
Que la celebración del Día del Docente no se quede en una conmemoración más, sino en un punto de partida para empezar a cambiar las cosas. O a reconducirlas.
Gracias pues, para empezar, a todos aquellos MAESTROS, que nos marcaron, que nos educaron, que nos respetaron y a los que respetamos. Aquellos de los que nunca olvidaremos los nombres.
¿Cuál fue el tuyo?