Durante dos semanas y media, Sergio Pardilla ha estado entre los grandes del ciclismo y se ha comportado como lo que es: uno de ellos. Durante dos semanas y media ha demostrado que es suyo ese lugar en el pelotón ciclista, que las vueltas largas no le vienen largas, que lo mejor de sí está aún por llegar.
Ha llegado a la Vuelta a España, por fin, con uno de los equipos de referencia, el Movistar, y etapa tras etapa ha demostrado ser su hombre fuerte, el más constante, el que nunca se queda descolgado. Ha aguantado entre los grandes durante diecisiete etapas, firme en las subidas, fuerte ante los ataques de quienes se están jugando la Vuelta, siempre entre los primeros en las etapas más complicadas.
Durante dos semanas hemos vibrado con él viéndolo subir a Sierra Nevada, a La Covatilla, donde arriesgó y se hizo ver, a Manzaneda, a los lagos de Somiedo, al temido Angliru, donde algunos favoritos quedaron estancados en la niebla de la cima y él aguantó como el ciclista de raza que es. También lo vimos salir airoso de la contrarreloj de Salamanca. Han sido días emocionantes de ciclismo, en una Vuelta a España que aún está muy apretada por arriba y en la que un español, Juan José Cobo, defenderá hasta el último día sus opciones de ganar. Una Vuelta en la que Sergio Pardilla se ha expuesto, ha aguantado, ha ido creciendo y demostrando quién es dentro del pelotón, hasta que faltando sólo cuatro días la pura mala suerte lo ha dejado fuera de carrera.
Después de la etapa del martes, que acabó en Haro, Sergio ocupaba la decimotercera posición en la general, a 6:06 del líder. El puesto 13, su última referencia en la Vuelta de este año. El día anterior Joaquín Rodríguez ocupaba el puesto 13, sufrió una caída y perdió unos segundos. Sergio se quedó en el 13, y la mala suerte frenó su carrera.
Una circunstancia de la carrera con la que nadie cuenta dejó fuera a medio equipo del Movistar en un solo día. Hoy nos asomamos a la tele como en las últimas dos semanas, animados con la esperanza de ver a Sergio protagonista en la última etapa de montaña, y nos cae como un jarro de agua fría la noticia del comentarista: una intoxicación, un virus estomacal ha obligado a retirarse a tres corredores del Movistar, entre ellos Sergio Pardilla. David López e Ignatas Konovalovas también abandonan. Imanol Erviti y Ángel Madrazo llegan a duras penas a la meta, a media hora del primero. Sólo quedan en competición tres corredores del equipo, que están en perfectas condiciones. Quién iba a contar con esto. Ya es mala suerte.
Mala suerte, y nada más, que le ha impedido a Sergio terminar la Vuelta entre los primeros clasificados. Que le ha quitado la salud, que nos ha quitado un incentivo en la Vuelta a España. Que ha impedido que sigamos disfrutando de su progresión en esta Vuelta, del reconocimiento que se ha ganado entre los grandes ciclistas del pelotón, pero que no nos quita un punto de la ilusión que todos tenemos depositada en él.
Porque durante dos semanas Sergio ha tenido ilusionada a mucha gente, entre los que está todo el pueblo de Membrilla, gente que ha creído en él y se ha sentido representada por él. Aficionados que lo han seguido día a día en la televisión, perdonando la siesta por verlo aparecer un momento en la pantalla, por seguir su evolución en la carrera, sus movimientos, sus gestos, sus posibilidades. Aficionados que han ido a verlo en los finales de etapa de La Covatilla o Salamanca, que han exhibido pancartas con su nombre y hasta han dejado en las carreteras esas marcas mayúsculas de PARDILLA, MEMBRILLA. Aficionados de su club de fans, que han organizado esos viajes y han ayudado a que entendamos por qué es tan importante el lugar adonde Sergio ha llegado.
Porque lo que se ha visto estos días en la Vuelta a España no es sólo el valor y el trabajo de un ciclista en los días de competición: estar en la Vuelta a España, como en el pasado Giro d’Italia, es ya un premio para un ciclista profesional, y la demostración de que existe como ciclista y tiene cosas que decir. Lo que se ha visto estos días es el resultado de un esfuerzo continuado de años, de un tesón a prueba de bombas, de una actitud profesional en toda la amplitud del término. No es sólo la llegada honrosa a los lagos de Somiedo o al Angliru, la entereza para estar siempre entre los quince primeros de la general: es la demostración de que los años de entrenamiento constante rinden sus frutos. En el ciclismo, él ya se ha sobrepuesto otras veces a circunstancias adversas. Ésta es otra de esas circunstancias, y como tal hay que tomarla.
Muchos nos hemos ilusionado con Sergio, y mantenemos intactas nuestras ilusiones y esperanzas en su carrera. Muchos le han ayudado, lo han apoyado en sus decisiones, en sus ánimos continuados, en su trabajo en equipo. Muchos hemos pensado estos días en la Vuelta, como otras veces, que ayudábamos a sus piernas a pedalear y aguantar en la carrera: pero al final, quien está ahí arriba en los puertos, pegado a la carretera, con cientos de kilómetros a las espaldas, es él, Sergio Pardilla. Y ese lugar se lo ha ganado él.
El abandono de hoy en la Vuelta, por causa de fuerza mayor, no resta valor al mérito de llegar donde ha llegado. En circunstancias normales, Sergio habría acabado la carrera entre los diez o quince primeros clasificados. Ha alimentado nuestra ilusión porque él nos representa, él es el nombre de Membrilla triunfando en su categoría, el ciclismo de élite. Y con eso nos quedamos. Y nos quedamos con ganas de más Sergio en las grandes vueltas. No podremos dar fuerza a sus piernas cuando les haga falta, pero él sabe que no está solo en carrera: la bici se para pero la ilusión sigue rodando.