Fidel Arroyo expone su particular visión del paso del tiempo en Membrilla a través de una recopilación de fotografías que resumen la vida de nuestra localidad desde la mitad del siglo pasado, siempre desde una óptica crítica que se rebela ante la destrucción del patrimonio de los pueblos en aras del progreso. La muestra permanecerá abierta en la Sala de exposiciones de la Casa de Cultura hasta el próximo 6 de enero.
Y es que Fidel lo tiene claro: La razón de montar esta exposición es la de protestar gráficamente contra la desaparición del patrimonio arquitectónico y etnográfico en nuestro pueblo; la de rebelarse contra la imposición de un, a veces, mal entendido progreso que arrasa contra las estructuras del pasado sin molestarse siquiera en intentar recuperarlas o mantenerlas de algún modo.
Ante la pregunta de qué se puede hacer para acabar con la desaparición paulatina de nuestros signos de identidad, Fidel es tajante: “¡Protestar!”. La filosofía de este singular artista local es clara: Nos quejamos de que todo lo antiguo se destruye, pero no ponemos los medios para conservarlo, ni nos quejamos de destrucciones lamentables, ni buscamos soluciones para conseguir restauraciones que faciliten la pervivencia de algunos elementos arquitectónicos identificativos de la vida de la localidad en los últimos años, como las norias, los patios, las fachadas... Una dejadez de la que son partícipes tanto los particulares como las autoridades municipales y que está llevando a la desaparición del pueblo que fuimos el siglo pasado. Progreso sí, pero también medidas para facilitar la conservación de algunos restos, aunque sea de modo testimonial.
El recorrido por la exposición fotográfica nos muestra con tristeza la imagen de numerosos edificios que ya no están y de rincones entrañables cuya estética se ha transformado tanto que necesitamos la ayuda del autor para que nos identifique qué calle de Membrilla es la que aparece en la fotografía.
Fidel nos rescata la imagen de la “Casa del Juez”, exhibiendo al frente la antiquísima Cruz Dorada que el propio autor rescató de la destrucción; la Plazoleta de la Luz cuando sólo era la confluencia de muchas calles en la tienda de “Perico Borregas”; las escuelas de San Miguel con la ermita de la Virgen de los Dolores antes de convertirse en un necesario centro cultural tapado con un antiestético cartel político en un parquecillo víctima de pintadas y otras deyecciones humanas poco artísticas; la yesería de su tío José en la calle del Prado, cuando a su alrededor sólo había campo; el Rezuelo viejo, con sus puentes y sus norias en la Vega y esas tan paseadas “covanchuelas” que surtían de asperón los hogares; la sede del Candil antes de ser San León y decenas de casas que ya no podremos encontrar en nuestros paseos por las calles; personas y personajes de la vida local enfrentándose a fiestas, diversiones y trabajos varios que retratan la sociedad de Membrilla.
Una visita recomendada para no olvidar un pasado demasiado cercano y que, como desea el autor, quizá sirva para despertar conciencias y trabajar un poco más por la defensa de lo nuestro; un deseo que el propio Fidel expresa con esperanza: “Todavía estamos a tiempo de salvar nuestro Patrimonio”.