La fiesta de la Cruz de Mayo renace con fuerza tras la pandemia en Membrilla

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Tras las restricciones de la pandemia, Membrilla retoma con fuerza la celebración de la Cruz de Mayo en la noche de la víspera, el día 2, con la visita a las cruces adornadas o vestidas para la ocasión. Una víspera festiva y lúdica que hace pasar casi desapercibida la verdadera conmemoración: la fiesta de la Invención de la Santa Cruz del 3 de mayo, que recuerda el hallazgo por Santa Elena de la cruz en la que fue crucificado Jesús, en Jerusalén. Hallazgo fechado por la tradición el 3 de mayo del año 326.

Una extraordinaria fiesta, sin duda, cargada de ricos matices religiosos y culturales acumulados a lo largo de los siglos y que en Membrilla resiste gracias, sobre todo, al trabajo de particulares y asociaciones, religiosas o vecinales, que año tras año realizan el esfuerzo de vestir la cruz; sobre este importante cimiento, se congregan los otros dos elementos que la revisten y enriquecen: el valiosísimo canto de los mayos, auténtica joya de nuestra cultura, a cargo de las rondallas locales, y el apoyo vecinal, recorriendo las cruces en la noche del 2 de mayo. 

Nunca se deja de aprender de esta celebración, también en Membrilla, y su enseñanza se atesora año tras año en los múltiples matices que los “diseñadores” le aportan, haciendo del recorrido de las cruces un verdadero descubrimiento de ritos antiguos, de lecciones de fe cristiana, de tradiciones populares y de nuestra propia historia, a fin de cuentas.

 

 

Sólo esta particularidad popular puede permitirse la licencia artística de transformar la frase "Llenad las tinajas de agua” (Jn 2,7) en “Llenad las orzas de agua”, trasladando el episodio evangélico de las Bodas de Caná a una despensa manchega. Y de cuidar lo nuestro sabe mucho el Grupo Cultural El Galán de la Membrilla, encargado de abrir el recorrido de la noche del 2 de mayo desde su cruz vestida en el Casino.

Honrar lo antiguo y la memoria, también la cultura más nuestra, es lo que sabe hacer la Cofradía de Ntra. Sra. del Espino, que revistió una antigua cruz del Convento de Concepcionistas con las sabias palabras de Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, sobre todo en estos tiempos de guerra y muerte, porque “En la cruz está la vida”.

El Evangelio, siempre; también la Patrona y los atributos de la Pasión como símbolos de una cruz victoriosa, alejada ya de conceptos de martirio tras la Resurrección. Así en la sede de la Asociación de las Amas de Casa de Membrilla.

La fidelidad a una tradición de cruces florales, vinculadas al mayo florido, en la cruz de la familia Serrano, donde no faltó la Virgen del Espino junto a su Hijo; y también en la de los vecinos de la Plazoleta de las Monjas; cruz magnificada por el escenario añadido de la iglesia del convento.

El paseo nocturno agradece la visita a la cruz del ábside de la iglesia de Santiago el Mayor, apoyada con cariño desde la parroquia y vestida por los vecinos de la cercana calle del Castillo. De nuevo, extraordinario escenario monumental. En la cruz, el recuerdo de la tradición más emblemática, salpicada de elementos vegetales, florales e imaginería vinculada al Sagrado Corazón, a los Niños de Pasión, incluso a la Patrona, con referencias a la Eucaristía y a los habituales atributos de la Pasión de Cristo.

Se ha echado de menos a “las vecinas de la calle del Prado”, pero su cruz no ha faltado a esta cita postpandemia en un ejercicio de responsabilidad meditado que ha permitido, no obstante, disfrutar de una lección pacifista, en una cruz serena y elegante que siempre, edición tras edición, suele mostrarnos el Camino.

Nunca falta el mensaje en la cruz de la familia Martín Calero, este año dedicada a la Resurrección, “porque Jesús ya no está en la cruz”. Dedicada también a la vida y a la familia, ya que las plantas son regalos del Día de la Madre. En el suelo, el rosario de luz enmarcado por un cáliz, simbología bíblica de la bebida amarga, de la penitencia, del sufrimiento que se asume en expiación de los pecados, cuya recompensa será la salvación a través de la cruz.

Dos reconocimientos especiales merecen los jóvenes que se implican en mantener viva la tradición de la Cruz en nuestra localidad: Alejandro Martín y Miguel Ángel Patón. El primero, retratando una Cruz dedicada al Año Xacobeo, con la mirada puesta en Santiago, sin faltar referencias evangélicas a la Resurrección y a su devoción al Medinaceli. El segundo, sacando la Cruz de la Salud a la calle, tradicional en sus alegorías de la Pasión de Jesús y a la imaginería local, en su estética floral, también con presencia Xacobea y Eucarística.

En contraposición, dos reconocimientos especiales merecen los mayores de la población que se resisten a abandonar la costumbre de vestir su cruz, pese al cansancio acumulado, pese al frío de la noche. Así, las vecinas de la calle Santiago, en un sobrio monumento en el que prima la Cruz sobre el pedestal, con bellas metáforas eucarísticas en torno al fruto de la tierra convertido en la Carne y la Sangre; con sentido recuerdo a los vecinos que no superaron los dos años de ausencia.

Así también las vecinas de la Cruz Verde, una de las más antiguas de la población, que cuentan con la ayuda y el apoyo de los vecinos Caballeros de Santiago. Todo un homenaje a los atributos de la Pasión y a la Eucaristía, enmarcados en motivos florales y salpicados, también, de localismos en las antiguas cestas del pan de nuestros abuelos.

Y todo rodeado de dos figuras envolventes e imprescindibles: los mayos y el fuego, completando una de las escenas más ricas del folclore popular de Membrilla.

 

 

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