Homenaje a Mihura del Grupo Cultural El Galán de La Membrilla con una aplaudida "Ninette y un señor de Murcia"

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“El humor es un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone uno en el sombrero; un modo de pasar el tiempo. El humor verdadero no se propone enseñar o corregir, porque no es esta su misión. Lo único que pretende el humor es que, por un instante, nos salgamos de nosotros mismos, nos marchemos de puntillas a unos veinte metros y demos una vuelta a nuestro alrededor contemplándonos por un lado y por otro, por detrás y por delante, y descubramos nuevos rasgos y perfiles que no nos conocíamos. El humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por dónde cojean las cosas; comprender que todo tiene un revés, que todas las cosas pueden ser de otra manera, sin querer por ello que dejen de ser tal como son. El humorismo en lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para pasar las tardes.”

Esto lo sabía Mihura y por eso nos dejó escrita de puño y letra esta definición del humor. Y por eso, en consecuencia, nos dejó un legado de obras magistrales donde lo demuestra.

Esto también lo sabía el Grupo Cultural El Galán de la Membrilla. Y por eso eligió su obra Ninette y un señor de Murcia la pasada semana, para dejarnos sobre las tablas de la Casa de Cultura un nuevo referente en la historia teatral de la localidad. Una comedia tratada de modo muy serio, como el Grupo Cultural suele hacer, sin caer en histrionismos ni caricaturas, fieles y respetuosos con ese humor tan característico de Mihura, tan humano, tan melancólico.

Se tomó la licencia el Grupo Cultural, que volvía a dirigirse a sí mismo en esta ocasión, de sacar las palabras de la mente del protagonista para colocarlas en boca de dos narradoras de porte afrancesado: Victoria Lozano y Beatriz Díaz. Ellas fueron las encargadas de narrar los antecedentes de la historia y los entresijos de la trama entre pequeños saltos temporales de la vida de Andrés en París. Porque el apocado protagonista, -retratado con gran fidelidad por Pedro Andújar-, había llegado a la Ciudad de la Luz para gastar una herencia, buscando la libertad que el represivo ambiente de la España rural franquista no le permitía. El contrapunto a la historia lo ponía Irene Muñoz, magnífica y brillante Ninette, muy de Mihura, que aún encarnando a la libertad de modos y formas de la vida parisina se convertiría pronto en el yugo que no dejaría a Andrés de disfrutar de la ciudad, pero sí de la ansiada aventura que venía buscando, con final de marcado tradicionalismo.

La pareja protagonista estuvo bien secundada por el trío de actores formado por Dolores Arias y José Serrano, en la piel de los politizados padres de Ninette, y de Francisco Alumbreros, amigo de Andrés. Tres personajes llenos de matices, muy bien interpretados, que venían a subrayar eso de que la gracia estaba en las absurdas situaciones a las que daban pie, pero que, en el fondo, vivían una tragedia íntima y personal alejados de su país, llena de retos por la supervivencia, dotando cada divertida intervención de una melancolía entrañable.

Volvió el Grupo Cultural a hacerse cargo de la ambientación, el vestuario y los decorados, con Pepe Chacón echando un cable en eso del apunte, por si acaso.

Y, al final, un gran trabajo premiado con dos llenos consecutivos y el aplauso sin reservas de un público entregado que también sabía que el humor, si es de Mihura y gestionado por El Galán de la Membrilla, es “lo mejor para pasar las tardes” de invierno.

 

 

 

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