Sábado 21 de diciembre, eran las ocho de la tarde noche y en nuestra Casa de Cultura se abría el telón, todo estaba preparado para pregonar la Navidad.
Como preámbulo, una escena cotidiana, o no tanto, porque los que iban a conversar eran una alegoría navideña: vemos a una chica sentada en un banco que simula el andén de una estación de tren. Habla por teléfono con su novio, se percibe una ruptura, en ese momento se une a la escena un nuevo personaje que entabla conversación con la joven, esta lo recibe de malas maneras, está dolida, las rupturas siempre duelen. Él escucha el relato de la chica que le habla, entre otras cosas, del pueblo al que se irá a pasar la Navidad con su abuela, un pueblo participativo, amable, trabajador, un pueblo que despierta la curiosidad del enigmático personaje que, en el fondo, sabe a qué pueblo se refiere la joven: aquel donde uno se reencuentra con sus raíces, con los bellos sitios de la niñez donde se amó la vida. Finalizan la conversación presentándose: ella, Esperanza, él, el Espíritu de la Navidad.
En realidad eran Irene Muñoz y Pablo Jiménez quienes representaban este diálogo escrito por Vicente Ballesteros, que en cierto modo venía a simbolizar que el amor que entraña la Navidad puede envolvernos, si nos dejamos, y hacernos ver la vida con espíritu de ilusión.
Una reflexión que nos disponía a los asistentes a escuchar con buen talante el pregón que estaba por pronunciarse. Subió entonces al escenario Pedro Alumbreros, para presentar al pregonero: Don Eulalio Asensio López. Entre otras cosas, nos recordó el presentador que don Eulalio había ejercido, durante trece años como sacerdote en Membrilla, y que junto a don Luis, habían sido los promotores de la restauración, en los primeros años 90, de nuestra parroquia de Santiago el Mayor.
Inició su disertación don Eulalio afirmando que no supo, ni quiso negarse a la invitación que le hicieron los componentes del Grupo Cultural el Galán de la Membrilla, de ser el pregonero de la Navidad 2019, ya que se sentía un Membrillato más, y continuó: En el principio estaba la palabra, apelando a la Biblia en la cual se apoyó en distintas partes de su plática, aseverando que cada palabra de la Biblia es un pregón de Navidad. Advirtió que para escuchar un pregón hay que guardar silencio, pero silencio interior, dijo, sino, no podremos escuchar a Dios. Escuchar el silencio siempre tiene sentido, entre otras cosas para acallar nuestro ego.
Insistió en que el mejor pregón de Navidad lo contiene la Biblia e hizo referencia al Prologo de San Juan, también, al precioso relato del anuncio del ángel a los pastores: «… hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador. Hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…». Por contada que sea esta escena, a poco que se medite en ella no deja de ser bellísima y entrañable, cuán bella sería esta estampa que puede considerarse el Portal de Belén el primer Altar, dijo don Eulalio.
Continuó manifestando que la Navidad nos incluye en el mundo de la melancolía, que en cierto modo nos envuelve en estos días: dejamos cosas por el camino, dijo, vivir es ir perdiendo todo lo que amas, para encontrar a el que amas. Citó también a San Pablo que decía que hay que estar siempre alegres, con la fe se custodia la alegría y la alegría es un don de Dios.
Nos recordó que la Navidad es compromiso por hacer un mundo mejor y que la paz, como la felicidad, es salir al encuentro de los demás.
Concluía don Eulalio deseando que su pregón fuera, tanto para los que lo escuchábamos, como para él mismo, un pregón de vida. Jesús es el eje del tiempo y la Navidad es donde esta es invisible, dijo también que celebrar es secundario, lo importante es ser Navidad. Aseguró que no nos deseaba Feliz Navidad, porque hubiéramos ido a verlo, ni por rutina, sino que lo hacía porque sabía que compartimos la fe, una fe a la que pertenecemos, a pesar de sus arrugas, dijo, finalizando su precioso pregón lleno de reflexiones dignas de tenerse en cuenta en estos días llenos, en muchos casos, de excesos, nada más lejos de la Navidad.
Trinidad Simón, presidenta del Grupo Cultural, le entregó a don Eulalio un obsequio en recuerdo y agradecimiento a su Pregón. Tomó nuevamente la palabra Pedro Alumbreros para presentar a Irene Muñoz y Javier Márquez que pusieron el broche final a este acto clásico y entrañable. Interpretaron estupendas versiones de Blanca Navidad, Merry Chistmas, La luz que nace en ti, de La oreja de Van Gogh, y una estupenda versión del Hallelujah de Leonard Cohen.
Yo, probablemente igual que los demás asistentes, me llevé los ecos de estos preciosos temas para ir tarareándolos en el recorrido por estos días festivos, también me llevé las palabras del Pregonero, don Eulalio, guardadas en el corazón, para meditarlas delante de mi pequeño altar de corcho, donde se cobija el Niño Dios en humilde Portal de Belén.
En definitiva, los asistentes disfrutamos de una íntima velada, en un reencuentro con el que fuera nuestro párroco, bien tratado por el paso del tiempo, consecuencia, seguramente, de ese «hay que estar alegres» del que hablaba en su pregón. Una velada bien organizada, pero sobre todo, bien pregonada.
Alicia Jiménez Muñoz