La Asociación Musical Maestro Emilio Cano ponía este sábado el broche de oro a un intenso año 2017 con el tradicional Concierto de Fin de Año que llenó la Casa de Cultura de la localidad tras haber agotado las localidades en los días previos.
Sobre el escenario, y dirigidos por Rafael Ramírez, lo mejor de las composiciones bandísticas del momento entrelazado con las características pinceladas navideñas propias de la época, que siempre suponen un cierre divertido y distendido tras doce meses de intenso trabajo desarrollado no sólo en conciertos y en las festividades locales, sino en sus desplazamientos a la Semana Santa ubetense, las Fiestas del Renacimiento de Úbeda o los encuentros en Valverde del Camino, entre otros.
El público de Membrilla pudo disfrutar del estreno del poema sinfónico Gloriosa, del compositor Yasuhide Ito, una fusión de canto gregoriano y de música folclórica de Japón que la han convertido en el mundo de las bandas de aire “en el contrapunto más sofisticado y complejo que se haya encontrado en cualquier composición japonesa para banda”.
En la memoria, según apuntaban en el programa, las canciones de los primeros cristianos japoneses, los Kakure-Kirishitan (Cripto-Cristianos) de Kyushu, que continuaron practicando su fe de modo oculto después de la prohibición del cristianismo, perfilando, a partir de los originales cantos gregorianos, melodías y letras disfrazadas que pervivieron a lo largo de los siglos, trasmitiéndose en secreto, creando un misterio cultural único que inspiró la obra de Ito.
Los músicos de la AMMEC interpretaron dos de sus movimientos; Oratio, que a partir del canto gregoriano evoca las oraciones y el sufrimiento de los Cripto-Cristianos japoneses, y Dies Festus, creada a partir de la canción popular de Nagasaki, Nagasaki Bura Bura Bushi.
Este especial y exquisito regalo navideño estuvo envuelto por dos piezas de gran factura que revelaron ante el público la solvencia musical de los jóvenes solistas de la banda. Por un lado, Les noces del Manyá, preludio para dos trompetas y banda obra de Pascual Vilaplana, que interpretaron Antonio Muñoz y Álvaro Mayorga. Y cerrando la primera parte del concierto, la Pequeña Czarda de Pedro Iturralde, que desgranaron como saxofones solistas María Pardilla y Eduardo Jiménez.
La velada, que había comenzado con el alegre pasodoble Andrés Contrabandista, de Óscar Navarro, retomó el desenfadado y pintoresco ambiente navideño tras un breve parón en el que por tercera vez la agrupación musical invitó a dos personas del público a vivir el concierto desde dentro, sentados entre los músicos.
A partir de este momento, y convenientemente ataviados para la ocasión, en la Casa de Cultura sonaron elegantes valses como El Danubio Azul; polkas como la entretenida Feuerfest de Strauss, la “polka del yunque”, con el director como festivo maestro de ceremonias y la participación de los percusionistas más pequeños; y, como no, villancicos, con el recopilatorio Villancicos Salsa, adaptado para banda por Gustavo Ramírez.
El concierto se completó con dos grandes momentos de música coral: El vivido por el público, que fue invitado a cantar el Vino Griego, de Udo Jurgens, a modo de improvisados José Velez, y el más aplaudido: la presencia en el escenario de los jóvenes alumnos de la Academia Alhambra y de la Escuela de Música interpretando El Caracol Mifasol, de Ferrer Ferrán, obra que mereció un bis por parte de los pequeños intérpretes.
El fin de fiesta, como no podía ser de otra manera en la antesala del Año Nuevo, los compases de la Marcha Radetzky, de Strauss, coreados por las palmas del público.