La Fiesta de los Locos: De cómo los Santos Inocentes se vincularon en el calendario con el día de la broma

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"En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos:

es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen".

 

Así anunciaba el profeta Jeremías uno de los episodios más sanguinarios de la infancia de Jesús: la matanza de los inocentes, hecho que tradicionalmente se conmemora este 28 de diciembre. De la masacre de los niños de Belén no han llegado a nuestros días documentos históricos que la refrenden, más allá del propio texto de Mateo, el único evangelista que la recoge. De todos modos, no es un episodio extraño en la naturaleza cruel y tirana del rey Herodes, suficientemente documentada. Llegó incluso, en su propio lecho de muerte, a ordenar la decapitación de su hijo Antípater, acusado de conspiración contra su padre.

Según narra San Mateo en su evangelio, nacido Jesús en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes I el Grande, unos magos de Oriente, siguiendo una estrella que había aparecido en el cielo, se presentaron en Jerusalén preguntando por el rey de los judíos que acababa de nacer. Temeroso Herodes de que ese niño pudiese destronarle, mandó a los magos averiguar su paradero, supuestamente para ir también a adorarlo. Pero avisados en sueños tanto los magos como José de las verdaderas intenciones de Herodes, partieron unos hasta su hogar sin pasar por Jerusalén, mientras la Sagrada Familia huía hasta Egipto. "Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado."

Los niños de Belén condenados a muerte por Herodes el Grande en su intento de matar al niño Jesús son los Santos Inocentes y la Iglesia los venera como mártires. La Iglesia instituyó la fiesta de los Santos Inocentes entre los siglos IV y V. Aparece por primera vez, junto con las fiestas de San Esteban y San Juan, en el Sacramentario Leonino, que data de alrededor del 485. La conmemoración se aleja del orden cronológico de los acontecimientos (la matanza sucedería tras la visita de los Reyes Magos, celebrada el 6 de enero) y se mantiene dentro de la octava de Navidad entendiendo que los Santos Inocentes, como Esteban y Juan, dieron su vida para el recién nacido Jesús.

De cómo la conmemoración de aquel suceso de carácter religioso, del recuerdo y la oración por la santidad de aquellos pequeños que murieron en la inocencia de su vida, se ha transformado en el día mundial de la broma y de los bromistas, es una historia difusa que se ha ido tejiendo a lo largo de los últimos siglos añadiendo diferentes elementos más mundanos en una especie de patchwork intercultural que une, como siempre en nuestra Europa, telas paganas y religiosas.

De remotos orígenes tribales, anclados en eras de matriarcados, heredaron los griegos fiestas en las que se celebraba el comienzo del nuevo año con disfraces que recreaban el mundo natural y las divinidades anexas. Fiestas que fueron pasando a Roma, celebre por sus tradiciones de la libertad de la risa: y de Roma al resto del imperio, cristiano tras Constantino; festividades de regusto pagano e irreverente que convivían con los cultos sagrados en una difícil simbiosis reprobada constantemente desde la autoridad eclesiástica, como ya demuestran textos de San Agustín, en el siglo IV.

Estas tradiciones populares siguieron manteniéndose en el seno de la comunidad cristiana y alcanzó su punto álgido con la celebración medieval de la irreverentísima Fiesta de los Locos, en torno a los días de Navidad y fin de año, que se extenderá durante el Renacimiento. Aparecen formas cómicas puras al lado de las manifestaciones canónicas. Se tolera la existencia de un culto paralelo de ritos específicamente cómicos. La risa tiene una significación positiva, regeneradora, creadora. Y el Renacimiento explotará este potencial amparado en los clásicos: Hipócrates, Aristóteles, Luciano...

Una de las descripciones más singulares de esta peculiar fiesta nos la proporcionó Louis Moreri en 1753, dentro de su obra El gran diccionario histórico, o Miscellanea curiosa de la Historia Sagrada y Profana. En ella Moreri la describe como "regocijo lleno de sacrilegios e impiedades que los clérigos, diáconos y sacerdotes celebraban en algunas iglesias, durante el oficio divino, en cierto día, desde las fiestas de navidad hasta la de reyes y principalmente el día primero de año y por esto se llamaba también la fiesta de las calendas."

Cuenta Moreri ejemplos de estos sacrilegios: "creaban los clérigos y sacerdotes un obispo o un papa y lo llamaban el obispo o el papa de los locos. Entraban enmascarados en la iglesia, vestidos de bufones y en trajes de mujeres. Danzaban en la nave y en el coro, cantando chanzonetas diabluras; comían carne sobre el borde mismo del altar al lado del sacerdote que ofrecía el sacrificio; jugaban allí mismo a los dados y perfumaban el altar con el humo de cueros viejos o podridos, que quemaban en sus incensarios y finalmente, cometían impiedades, dignas de la execración de todos los cristianos" o también "danzaban en las iglesias el día de Navidad, inmediatamente después de vísperas, los diáconos, cantando una antífona en honor de San Esteban hacían lo mismo los sacerdotes el día de San Esteban en honor de San Juan Evangelista los clérigos de menores, el día mismo de San Juan Evangelista en honor de los santos inocentes y los subdiáconos el día de la circuncisión o de la epifanía y se llamaba lo que hacían los subdiáconos en las iglesias el día de la circuncisión, la fiesta de los subdiáconos o la fiesta de los locos." Recordando la fecha elegida, entre Navidad y la fiesta de los Inocentes con hechos como estos: "en la chufla de esta abominable fiesta, el día de S. Esteban le cantaba una prosa del asno que vio él en el ritual de una iglesia metropolitana, cuyo nombre calla, y que esta prosa le llamaba también la prosa de los locos. Añade que había otra que se cantaba en la misa, el día de San Juan Evangelista y que se llamaba la prosa del buey."

La Iglesia, a base de decretos, concilios, recomendaciones y otros medios, intentó acabar con estas prácticas y decretó que el 28 de diciembre se celebrara el Día de los Santos Inocentes, con lo que la conmemoración de estos pequeños mártires ha llegado a nuestros días mezclada con el tono irreverente de la burla y la broma, manteniendo en la tradición popular de muchos pueblos, como parte de su celebración del Día de los Santos Inocentes, algunas prácticas de las que describía Moreti, como la fiesta del obispillo.- Fdez. Megías.


 

La fiesta de los locos

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