El templo parroquial de Santiago el Mayor se quedó pequeño para albergar a los centenares de vecinos que se dieron cita en la tarde del Domingo de Ramos para asistir al Concierto Sacro de la Semana Santa 2011 que ofrecía la Asociación Musical Maestro Emilio Cano.
Bajo la dirección de Gustavo Ramírez, los músicos abrieron el concierto ofreciendo a los asistentes la posibilidad de disfrutar íntegramente de la belleza, efímera en el recorrido procesional en las calles, de las marchas de procesión propias de la Semana Santa. Sonaron las notas de Palio Blanco, la marcha de Miguel Sánchez Ruzafa y de Pasión, obra de Juan Carlos Sánchez, primer director de la banda que además colaboraría al piano con la agrupación en la tercera pieza de la tarde.
Llegaría así La Pasión de Cristo, de Ferrer Ferrán, compleja composición sinfónica para banda que el propio autor ha calificado como de máxima dificultad. Los músicos interpretaron el tercer movimiento que relata la llegada al templo, la Santa Cena, la Captura en el Huerto de los Olivos, el Juicio, la Crucifixión y la Esperanza final de la Resurrección. En este último movimiento tiene especial dificultad la introducción (la llegada al templo y expulsión de los mercaderes) por estar escrita en compases de amalgama de medida tan precisa que cualquier despiste puede causar problemas, por lo que es necesaria la total atención al director. Una obra en cuyo desarrollo participan todos los instrumentos tanto en la lectura de la partitura como en la ejecución de los múltiples efectos especiales, principalmente en la percusión donde abundaban los elementos descriptivos como el látigo, martillo... La agrupación contó con la colaboración especial de Miguel Ángel Bellón, presidente de la Junta de Hermandades, que puso voz a la narración de los pasajes evangélicos y del propio presidente de la Asociación, Félix Arias, encargado de realizar el complejo montaje visual que acompañó al desarrollo de la obra con impactantes imágenes extractadas de la película La Pasión de Mel Gibson. La suma de todos estos componentes, con la adicional majestuosidad acústica del templo parroquial, generó un impresionante efecto en el público, que asistió emocionado a esta particular lectura musical de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús que contiene momentos tan tremendos como el cruce de miradas de Jesús con su madre camino del Calvario o el mismo instante de la muerte de Cristo.
La Asociación Musical Maestro Emilio Cano continuó retratando el dramatismo de la madrugada del Viernes Santo mediante la interpretación de la marcha Al Alba, compuesta por Gustavo Ramírez basándose en la canción de Luis Eduardo Aute. El cantaor local Francisco Núñez puso voz a la angustia que sintió Jesús en su oración en Getsemaní: “Si te dijera Dios mío, que temo a la madrugada... Al alba, al alba”.
El propio Jesús en la oración de Getsemaní pide al Padre: "Si es posible, aparta de mí este cáliz, pero... Hágase tu voluntad y no la mía". Así, los músicos completaron este sentimiento interpretando la marcha Hágase tu voluntad, compuesta por Miriam Escamilla y Emilio Cano en homenaje a una obra del mismo nombre, actualmente desaparecida, del Maestro Emilio Cano. Gustavo Ramírez cedió la batuta a Emilio Cano nieto para la dirección de esta magnífica marcha que fue muy aplaudida, aplausos que el coautor quiso compartir con Miriam Escamilla, presente en el templo parroquial.
La Madrugá, marcha procesional fúnebre de Abel Moreno, cerró el dramático desenlace de las primeras horas del Viernes Santo.
La Asociación rindió un homenaje especial a la figura de María en las horas de la Pasión y la voz de Petri Casado desgranó el espectacular Ave María de Schubert en uno de los momentos musicales más vibrantes vividos en la iglesia parroquial.
Y al final, la esperanza de la Resurrección moldeada con la riqueza plástica de las notas de Haendel en su Oratorio El Mesías. Ante la entregada respuesta de los asistentes, los músicos completaron el concierto con el estreno de la marcha Aires de Triana, de Felipe Sigüenza y de nuevo con las notas de Al Alba, piezas que el público acogió puesto en pie como único y humilde modo de agradecer la sorprendente lección sacra que acababa de recibir a través de la música, como ya avisaba en el preámbulo María Isabel, justo en el límite donde acaba el lenguaje.