La asociación de teatro El Atardecer llenó de risas la Casa de Cultura la noche del domingo con la simpática interpretación de dos divertidos sainetes: La real gana, de Antonio Ramos Martín, y Sangre gorda, de los hermanos Álvarez Quintero. Los siete actores del grupo estuvieron bajo la cuidada dirección de Joaquín Sánchez Prieto. Entre sainetes, Francisco Ballesteros recitó el poema Feria de Jerez, de Pemán. Lucía Sánchez Elipe les dio un imprescindible apoyo tras las cortinas, realizando el importante papel de apuntadora.
Cuando Antonio Ramos Martín escribió a principios del siglo pasado La real gana, su obra en un acto dividido en dos cuadros, debió pensar en Juan Antonio Quiñones para su papel de Avelino, el carnicero cabezón que se niega a casar a su hijo Ignacio (un resignado José Fernández) con su novia Petra (la también resignada Julia Torres) porque ya tienen un hijo en común, que el viejo carnicero considera ilegítimo.
Por suerte, por el escenario apareció la mente brillante y algo lianta de Francisco Villahermosa, el amigo de la familia, que conociendo el pie del que cojeaba el abuelo busca un ardid para encauzar el asunto y llevar a la enamorada pareja hasta el altar, no sólo con el consentimiento del carnicero, sino con su incontestable decisión de ser el padrino. Todo ello con la colaboración de la hermana de la novia, la Bigotes, una verdulera algo salvaje que en la piel de Rosario Elipe conquistó a los asistentes con su gracia y determinación.
Para cerrar la representación, nada mejor que disfrutar de la frescura de la obra de los hermanos Álvarez Quintero con Sangre Gorda, un sainete breve, ágil y divertido que arrancó las carcajadas del público con la historia de Candelita, la costurera de Arenales del Río, una airosa Antonia Quiñones que tiene que lidiar con el sangre gorda de su pretendiente Santiago, un papel que borda, pausadamente, Francisco Jiménez. Una obra muy alegre, viva, llena de frases hechas, dobles sentidos, que refleja la picardía y gracia del pueblo andaluz en la piel de Candelita,que tiene que recurrir a los celos para hacer reaccionar a su pretendiente y que concluye su actuación en un guiño directo al público a modo de consejo:
La que quiera como yo,
sepa que yo le deseo
un novio de lo mejó:
torpe o listo, guapo o feo,
¡pero sangre gorda no!