Un millar de vecinos acompañan, juntos pero no revueltos, a las Amas de Casa

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Basi, Encarna, las dos Ramonas, Julia, Pili, Cati, Isabel, Pepi, Ana Mª, Antonia, Fica y las Marías no son grandes estrellas de Hollywood ni probablemente estamparán su huella en el Paseo de la Fama, entre Hollywood Boulevard y Vine Street, al menos en un futuro inmediato. Tampoco recibirán ninguno de los múltiples galardones establecidos en nuestro país para los grandes actores de la escena nacional, como los Max o los Valle Inclán o el Calderón de la Barca.

Quizá no entiendan de cicloramas, bordereaux, dimmer, morcillas o tempos, pero planchan como nadie. Se levantan temprano para hacer más fácil el día a los suyos; un día de esos que parecen tener 48 horas en los que cuidan, limpian, miman, viven, compran, cocinan, abrazan, lavan, regañan, caminan, sienten, friegan, besan, cosen, lloran, barren, colocan, ayudan, ríen y hasta van al campo, si es preciso.

Un millar de vecinos acompañan, juntos pero no revueltos, a las Amas de Casa 
 Un millar de vecinos acompañan, juntos pero no revueltos, a las Amas de Casa
Y aún después de todo esto, por si fuera poco el “todo esto”, tienen la fuerza suficiente para agarrar un texto, metérselo en la cabeza, y sacar otras dos horas al día, estirando el tiempo como sólo las mujeres saben hacerlo, para ensayar una obra de teatro. Tienen el valor suficiente para colocarse encima de un escenario transmutadas en gitanos y payos, hortelanos y guardias civiles, jueces y gitanas. Y tienen la generosidad suficiente para compartirlo con sus amigos, familiares y vecinos.

No hay mejor manera de terminar las conmemoraciones propias del mes de marzo vinculadas al Día de la Mujer Trabajadora: Comprobar cómo el paso del tiempo nos permite contemplar a un grupo de mujeres, de mujeres trabajadoras en un pueblo trabajador, haciendo teatro para divertirse y para divertir a los demás, sepultados ya los prejuicios, las desigualdades, las imposiciones de género, el respeto obtuso a decencias y normas sociales oscuras, con olor a alcanfor y naftalina.

Catorce grandes mujeres sobre la escena; catorce amas de casa dando vida al gitano Joseillo y a su mujer Micaela, churumbeles incluidos, y su particular visión del mundo y de la propiedad privada. Todo desde el curioso prisma de una justicia que, como ya nos adelantaban en la presentación, suele mirar el mundo según su conveniencia y estado, sobre todo desde las instituciones.

La Asociación de Amas de Casa concluyó así el pasado viernes el ciclo de representaciones de la obra “Juntos, pero no revueltos” en las que han contado con el apoyo incondicional de los vecinos de Membrilla, sumando el millar de espectadores durante las tres jornadas. Una bajada del telón que nos emplaza a nuevas representaciones donde quizá en la piel de algún personaje de Arniches, los Álvarez Quintero, Muñoz Seca, Mihura... estas entrañables amas de casa, sencillas, generosas, vuelvan a arrancarnos la sonrisa.

 

 

 

 


 


 

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