Entre todos lo matamos y él solito se murió

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Para quienes nos interesa el comportamiento humano y su evolución en todas su facetas, y más concretamente lo concerniente a los modos de celebrar las fiestas y tradiciones populares, nos resultaría muy interesante realizar un estudio sociológico para analizar la manera que tenemos últimamente de vivir (o de matar) el carnaval en Membrilla.

Desde el punto de vista de un espectador cualquiera, puede resultar esta una aspiración un tanto pretenciosa cuando tal vez a la mitad de la población de Membrilla no le importe demasiado el carnaval, aunque si tenemos en cuenta el interés que ha despertado en otras ocasiones en las que a través de redes sociales se ha abordado este tema, hace suponer que algo pasa, y que a la otra mitad de la población sí que le interesa el carnaval.

Tal vez sea un cambio de paradigma al que estamos asistiendo y en un afán de buscarle explicación a todo pretendamos encontrar un motivo y una razón que nos satisfaga como causa única y abordable del, llamémosle, desanimo generalizado carnavalero.

Tendrían que ser las peñas de carnaval las que realmente aportaran voz y voto en esta cuestión y sobre todo a la hora de organizar el carnaval. Tal vez una comisión organizadora apoyada siempre por la concejalía de festejos sería lo idóneo; los que más saben del tema son los que lo viven en primera persona, en cualquier caso, nos vamos a permitir examinarlo aunque sea desde el punto de vista de un atento espectador, tal vez sin objetividad, porque a los que irremediablemente nos encandilan todas las fiestas locales nos cuesta entender a quienes, precisamente en fiestas, se van del pueblo. Pero, cada cual es libre de viajar cuando lo estime oportuno, dirán algunos. Cierto. Lo que no se comprende es que los que se marchen lo hagan aludiendo a: ¿para qué quedarse, si aquí no hay ambiente? Como si el “ambiente” lloviera del cielo, olvidando que, precisamente el ambiente lo aportamos las personas, con nuestra presencia y participación, activa o pasiva, pues tan necesarios son los participantes como los espectadores.

Las concejalías de festejos podrán tener mayor o menor acierto en programar pero ¿programar para quién? Ese el Quid de la cuestión. ¿La gente no responde porque no hay una buena programación, o no hay una buena programación porque la gente no responde?

Hemos de reconocer que hay tantas maneras de disfrutar del carnaval como personas interesadas en el mismo, y tal vez los objetivos de las peñas no sean los mismos que los de las máscaras tradicionales; los unos tienen fines competitivos y los otros solo pretenden diversión en la calle o en el baile. Llegados a este punto hemos de hacer una pausa pues este es uno de los primeros síntomas del “desfallecimiento” del carnaval. Podemos abordar posibles causas de la falta de participación, la primera y atendiendo al sentir general puede que sea la orquesta que ameniza el baile.

Orquestas-espectáculo no son las más indicadas para amenizar un baile de carnaval. Otras más modestas y adaptables al público asistente propiciarían que la gente de mediana edad, que son los primeros que van al baile, tengan su momento para bailar y divertirse con música adecuada a sus gustos, después, muuucho después, llegarán los jóvenes, si es que llegan, (porque estos sí que han cambiado la manera de divertirse) y seguro que estas orquestas más modestas también tienen repertorio musical para ellos.

Esta puede ser una de las causas de la escasísima asistencia al baile, aunque quedaría por ver si el cambio de orquesta sería garantía de éxito de asistencia, de momento la confianza ha caído y volver a retomarla será tarea ardua. Esperemos que no imposible.

Entre todos lo matamos y él solito se murióDicho esto, otras causas justificarían esta decadencia, y dicho sea de paso, del ocio local en general. El difícil ámbito de la hostelería atraviesa también en nuestro pueblo sus horas bajas, y puede que el decaimiento esté ligado a las nuevas tecnologías. Estas son una maravillosa herramienta que nos da la posibilidad de estar “asomados” a un gran escaparate cibernético, pero nos va acomodando en una pasividad casi apática. El ser humano tiene necesidad de comunicarse con los demás, pero si lo hace desde la comodidad de su sofá pues, para cada vez más gente, es suficiente.

Los nuevos tiempos nos envuelven en un vórtice casi inevitable, hemos cambiado las costumbres sin darnos cuenta, lo que nos proporciona numerables e individuales privilegios (piscina en casa, mil canales de televisión, la ventana al mundo que es internet, whatsapp, etc) a la vez nos aísla del trato presencial con la comunidad. En todos los ámbitos, y el carnaval no iba a ser menos. Otra causa posible puede ser la búsqueda de ambientes diferentes, que nos mueve a desplazarnos a pueblos con mayor población, haciendo cierto el dicho de “desvestir a un santo para vestir a otro”, en pos de la novedad.

Pero vamos a intentar no dejarnos llevar por el “desánimo generalizado” y vamos a ver el lado bueno, que también lo tiene nuestro carnaval. Nuestro Desfile (así, con mayúsculas, porque tiene el mérito de ser completamente local) del domingo por la tarde es digno de alabar, no hemos de olvidar que en los tiempos en que la crisis azotó a los presupuestos institucionales, en los pueblos de nuestro alrededor se demostró que los desfiles dependían más del leitmotiv económico que de la propia inspiración carnavalera. Pero en Membrilla no, nuestras peñas se movieron con la misma ilusión que en los años de bonanza, incluso dieron alguna lección de humildad y generosidad en pueblos vecinos.
Este año lo han vuelto a hacer, y nuestro desfile brilló con luz propia en un despliegue encomiable de participación y de creatividad, incluso una clásica charanga emulando a las majorettes se ha constituido ex profeso este año para el carnaval, aportando la música en vivo que tanto anima.

Todo esto solo indica que tenemos algo especial, que Membrilla quizá esté en modo pausa, barbechando sus ánimos y una vez regenerados, seremos más fértiles y brotarán nuevas ideas que harán del carnaval lo que era en sus mejores tiempos; eso sí, entre todos tenemos que poner algo de nuestra parte, para que el refrán que encabeza el artículo, no se cumpla.

Alicia Jiménez Muñoz

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