Veamos algunos ejemplos. Le preguntaron a una mujer saharaui, madre de numerosos hijos, a cuál de ellos quería más: Al pequeño hasta que crezca, al enfermo hasta que sane, al viajero hasta que regrese...
Era en un hospital. El director decía al paciente: “Quédate, quédate aquí; aquí, nada te faltará.” Y el paciente respondió: “¿Que no me falta nada? Me faltará mi madre, que es la mejor medicina.
Por eso yo os digo en este día a todos los que tenéis la dicha de ver a esa mujer sobre la tierra que extendáis vuestros brazos para estrechar contra el pecho al ser que esa palabra evoca: ¡Madre! Y dale un beso. Porque el corazón de una madre es lo más parecido al corazón de Dios. Y los que ya no la tenemos caigamos de rodillas, en espíritu, ante su tumba, dejemos correr unas lágrimas de amor por nuestras mejillas, y con palpitaciones y saltos del corazón, que brote de nuestros labios como una oración: ¡Madre! Te quiero, no te olvido.
El amor de la madre se encuentra escrito en el corazón del hijo. ¡Por favor no lo borres nunca!
Pedro Roncero Menchén
Sacerdote