Los vecinos de Membrilla se despertaron el miércoles 7 de febrero con una NO-Polémica que a las doce de la noche ya había recorrido todos los medios nacionales y parte de los extranjeros. NO-Polémica porque en realidad no había habido ninguna polémica en el pueblo. El párroco actual no había retirado ninguna pintura por “sexy”: lo de sexy había sido la interpretación periodística en un llamativo titular de las palabras del propio autor, que en su opinión personal, lanzada a los medios ese mismo día, sobre porqué no estaba expuesta su alegoría de Santiago el Mayor pintada para la parroquia hizo referencia a que el apóstol “no tenía nada de erótico”, a no ser que le gustase a la gente porque “era guapo el personaje”. De hecho, la mayoría de los vecinos desconocía la existencia de esa pintura hasta el día de ayer.
Pero la “polémica” ya estaba sembrada a nivel nacional, dispersando una teoría dispersa en la que todos tenían razón pero que no recogía en ningún momento el sentir de todos.
Cierto es que Ximénez regaló a la parroquia el cuadro sobre la figura de Santiago el Mayor. La propia parroquia pagó el porte del cuadro desde Hawaii hasta Membrilla y el párroco en persona lo llevó a enmarcar al taller de un carpintero local y lo colocó en la Sala Capitular. ¿Por qué allí? Todos los que han visitado alguna vez este impresionante templo conocen que tras la restauración de 1996 se siguió una determinada línea decorativa que abogaba por la sencillez, dejando los muros de piedra desnudos. Ni cuadros ni imágenes de santos, a excepción de los situados en los dos altares de la iglesia y la hornacina de la capilla del Evangelio. Las contadas obras pictóricas de la parroquia se encuentran bien en la sacristía, bien en la sala capitular, lugar donde el cuadro de Ximénez comparte espacio con el lienzo de otro pintor local, Luis Pardilla (Membrilla, 1913-Valencia, 1981). También es cierto que en los últimos años ha habido algunos procesos de restauración y pintura en la parroquia que han alterado el orden de las cosas y que probablemente la recolocación del cuadro se haya “relajado” algo. Quizá en esto tenga también algo que ver el parecer de los vecinos, a los que pocos medios han consultado.
Los vecinos de Membrilla respetan la obra de Antonio Ximénez, de la que muchos se declaran seguidores. De hecho, llevan conviviendo décadas con alguno de sus cuadros, que han protagonizado en varias ocasiones el cartel anunciador de las fiestas patronales de la localidad y que incluso hoy presiden la entrada de la Casa de Cultura desde su inauguración en los años 90 (una alegoría del Triunfo de Baco a los pies de la ermita de la patrona). El reconocimiento a la obra del pintor de Membrilla, actualmente afincado en Miami, quedó plasmada también en alguna exposición retrospectiva organizada en la localidad.
Ximénez es fresco, irreverente, divertido y genial. Él mismo se denominó “el pintor de la felicidad” y es cierto que, independientemente de que su obra pueda gustarte o no, la sola contemplación de sus cuadros, llenos de vitalidad y color, te arranca una sonrisa cómplice.
Pero aquí la cuestión no es Ximénez, ni su arte, sino lo adecuado de una obra concreta a un espacio en particular.
La mayoría de los vecinos consultados considera que el cuadro de Santiago no les gusta para decorar la nave central o las capillas de la iglesia. De esa mayoría, que suma un 90%, algo más de la mitad confiesa que en realidad no les gusta estéticamente el cuadro. Y eso es una mera cuestión de gustos personal en la que no se puede entrar. Sin embargo, a casi la otra mitad sí le gusta la obra, aunque consideran que no para las naves del templo, sino para otro lugar o dependencia parroquial. Incluso ven bien que siga colgado en la sala capitular.
Frente a la mayoría, existe cerca de un 10% de consultados que creen que la parroquia debería ser consecuente si realmente encargó la obra y colgarla en el templo, defendiendo en algunos casos que hay que ser también firmes con la “corriente de asexualizar todo frente a la corriente de moral victoriana que vivimos.” “Es un cuadro para tener la mente muy abierta y la iglesia no tiene la mente muy abierta”, explica alguno haciendo referencia a las alusiones al orgullo gay que forman parte del cuadro. También se justifica comparándolo con la existencia de desnudos en numerosas obras religiosas que decoran iglesias. La mayoría de este grupo reconoce también que no acude a la iglesia o se declara abiertamente ateo.
Entre uno y otro grupo, aparece un mínimo de personas que no responden, en algún caso sospechando que es un montaje del autor para darse publicidad.
¿Pero por qué “no gusta” realmente el cuadro de Santiago a los vecinos? Entre las opiniones de esta mayoría destaca que la figura de Santiago está demasiado desvinculada de la imagen tradicional del apóstol. Eso no tiene porqué ser malo, pero consideran que la iglesia no es el espacio adecuado para experimentar con modernas alegorías que escapan de la iconografía más tradicional. El propio Buenafuente lo destacaba en su programa: “Más que un retrato de Santiago parece su perfil de Tinder.” Especialmente molesta la actitud del apóstol “enseñando muslo”, que desprende toda la frescura y la sensualidad que caracteriza la provocadora obra de Ximénez, llevada a su máxima expresión en cuadros como la “Anunciación” o su “San Sebastián”. Entienden estos vecinos que la iglesia es lugar de oración y las obras religiosas que se exponen deben mover a la oración. ¿Expondría la Catedral de Santiago de Compostela el cuadro? No es un pensamiento “medieval”, sino la creencia de que cada lugar tiene un fin y una connotación que los usos sociales han perfilado.
Por otro lado, aún reconociendo la calidad de las representaciones de Compostela y Membrilla en el cuadro, les choca mucho el autorretrato del autor, cabalgando en la parte superior del lienzo sobre un caballo blanco, cuestionando su pertinencia en la obra.
Lo de cada cosa en su lugar que defienden los vecinos de Membrilla se entiende fácilmente con este ejemplo: piensen en un cuadro del Presidente o de un Diputado o de un alcalde o de un profesor o director de colegio… enseñando muslo en la misma pose que Santiago. La obra no tiene porqué molestar a nadie en este siglo de libertad de opinión, incluso puede ser artísticamente una gran obra pictórica, pero pocos la considerarían adecuada para decorar las paredes del Congreso o la entrada del Ayuntamiento o un despacho oficial. Sí podría mostrarse sin problema en cualquier galería o exposición como obras de arte libres que serían.
Y esa es la cuestión.