Blanca y radiante va la novia...

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Sólo por ver la cara de la abuela Rosario contemplando a su nieta Natalia desfilar con aquel vestido de novia que ella lució el día de su boda, por los años 60, ya merecía la pena organizar el singular evento. Si eso lo multiplicamos por 54, -el número de modelos que desfilaron -, las cifras de acierto se disparan. Porque en realidad no fue un pase de vestidos de novia lo que se vio en la sencilla y emotiva pasarela del Pabellón del Espino, sino que desfilaron medio centenar de historias y de sueños: los de las mujeres de Membrilla que volcaron sus ilusiones, sus recursos (tantas veces escasos) y su trabajo en el día de su boda, simbolizado en rasos, sedas y tules de toda condición y acabado, según iban marcando las modas.

La Junta Directiva de las Amas de Casa, con Ana a la cabeza, tuvo la curiosa idea de regalarles a las socias un momento especial el día de la inauguración del nuevo curso: un desfile de trajes de novia que recogiese la evolución de las modas desde los años 50 del pasado siglo hasta nuestros días. Para ello contaron con la colaboración de una docena de jóvenes de la localidad, que tuviesen la edad y las proporciones adecuadas a los modelos a exponer. Porque ya lo reconocía la propia Ana: "Nosotras lo hemos intentado, pero es que no nos caben". En realidad las modelos lo tuvieron todo: los cuerpos que lucían aquellas novias de mediados de siglo y los mismos nervios. O más. Los aplausos y la emoción de las 180 socias presentes fueron la más clara prueba de agradecimiento por el regalo.

Comenzaron a lo grande, con las joyas del desfile: los vestidos de los años 50, 53 y 54; unos vestidos de diseño especial, sencillos, originales y sensuales para aquella época; elegantes y muy parecidos aunque cada uno de estos vestidos tenía su sello particular por el toque especial que cada una de sus propietarias les dieron. La década de los 50 se completó con vestidos de los años 58 y 59. Aunque solo han pasado unos años de intervalo, en la moda ha habido un cambio notable: dentro de la sencillez predominan las largas colas que daban a las novias aires de princesas, con bonitas telas de raso natural o satén, y que, con el peso del vestido, les hacían caminar esbeltas y elegantes.

La década de los 50 La década de los 50 La década de los 50
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Continuaron con la década de los 60. En los primeros años de la década, sigue la moda de las largas colas. Las mujeres de estos años tenían un gusto exquisito "porque no hay que olvidar que en Membrilla se veía poca televisión y las revistas de moda eran escasas para poder obtener ideas. Por lo tanto eran las mismas jóvenes casaderas las que se los diseñaban con la ayuda de modistas locales que eran muchas y muy profesionales", nos recordaron. Pero a finales de la década parece ser que se impuso la sencillez y según contaron las propias dueñas a las organizadoras del desfile, "las colas se fueron reduciendo y se ponían postizas, saliéndoles de los hombros. Otros modelos llevaban abrigos sobrepuestos y de este modo las novias podían desprenderse de estas prendas para así sentirse más cómodas en la cena y el baile. La mayoría las llevaban de encajes, dándoles un toque de romanticismo y encanto."

La década de los 50 La década de los 50 La década de los 50
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La década de los 70 supuso un cambio radical en la moda: de la sofisticación de los encajes y largas colas de los 50 y 60 se vuelve a la sencillez y al recogimiento en los modelos. Todos obedecen al mismo patrón: mangas largas, cerrados al cuello, sin cola, cuellos bebé... Algo que según las propias organizadoras, recordaba a "niñas modositas y tiernas de Primera Comunión". Pese a un ligero cambio en el último tercio de la década, que dota al vestido de cierta gracia añadida, este patrón se mantendrá a lo largo de toda la década.

Blanca y radiante va la novia... Blanca y radiante va la novia...
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Los años 80 volvieron a traer la elegancia y la sofisticación al mundo nupcial. "Las chicas vuelven a parecer más novias, llevan vestidos más vaporosos, de rasos, organzas, sedas, tules con bordados, encajes y transparencias. Dimos de nuevo un salto hacia el romanticismo y la elegancia", -recordaban desde la Junta evocando sus propios modelos, su propia década.

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Blanca y radiante va la novia...

Los años 90 irrumpirán en el universo de la moda nupcial de la mano de la euforia económica, que multiplica las tendencias observadas a finales de los 80 y recarga las telas con pedrería y bordados. Vuelven las largas colas y se imponen los escotes palabra de honor y los tirantes. Vuelven también las gasas, los rasos y la seda llegando a crear volúmenes asombrosos.

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El nuevo milenio

Por fin llega el cambio del milenio y en estos años, explican las Amas de Casa, "la mujer se ha liberado de tapujos y normas, tiene sus ideas más claras y su personalidad más definida. Hay mucho donde elegir y cada mujer lleva lo que más le va a su persona y su forma de vestir, porque hay tanta variedad y tanta competencia en el mercado que hay vestidos de novia de todos los estilos: sencillos, de volantes, románticos, clásicos, entallados y vaporosos." Cambian las tonalidades, como ya se venía anunciando a finales de siglo, y ya no tiene la exclusividad el blanco puro; se incorpora a la moda el blanco roto, el blanco hielo, el beige...

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Y para finalizar, el irremediable paso del tiempo nos traslada a la segunda década del nuevo siglo del que se han expuesto, de modo testimonial, sólo un par de modelos, ya que son los vestidos que las novias de Membrilla lucen en la actualidad. Un broche de oro (o de encaje) a un curioso y sorprendente homenaje a toda una vida; un recorrido salpicado de anécdotas y lecturas en torno al día de la boda. Un viaje en el tiempo que nos trasladó desde aquellos años de bodas y tornas en las casas al abrigo de la música tocada por los familiares y amigos hasta los grandes banquetes en modernos restaurantes; pasando por aquellas ruedas de dulces y zurra, en las que, como recordaba la propia presidenta, "bebíamos todos el refresco en la misma copa y dejábamos un poco sin apurar porque así nos parecía que éramos más finas". Una buena tarde de boda en la que no podemos olvidar el enorme trabajo de recuperación y restauración, costura y planchado, de maquillaje y organización, que muchas voluntarias hicieron detrás de los paneles para que las doce estupendas novias lucieran blancas y radiantes...

Blanca y radiante va la novia...

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