Arte y espectáculo. Ética y estética. Sentido y sensibilidad. La palabra y la vida. En una disertación de José Miguel Monzón, El Gran Wyoming, hay de todo eso y más. Hay conocimiento de causa, hay crítica mordaz, hay sinceridad y autorreflexión, y hay, en definitiva, sano entretenimiento. La conferencia que ofreció la tarde noche del sábado en Manzanares se presentaba con el título de 'Verdades como puños'. En tiempos convulsos, este título y este personaje habrían de convocar a cientos de personas, y así fue. Unos acuden a estos actos buscando soluciones, otros buscan escuchar en boca de personas más o menos autorizadas las reflexiones que cada cual se hace en su casa o comparte con su círculo de amigos, otros simplemente buscan aprender de quienes saben y conocen. Acudimos, porque sólo lo que se dice en voz alta existe, y hoy más que nunca necesitamos sentir que existen alternativas a nuestra decadente realidad cotidiana.
Los actos de la Escuela de Ciudadanos, dirigida por el periodista Román Orozco, se han convertido desde hace tiempo, además de en una referencia intelectual, en una necesidad moral. Los salones del castillo de Pilas Bonas se quedan pequeños en cada acto para recibir a tanta gente de la comarca de Manzanares dispuesta a compartir reflexiones sobre asuntos que ya es un pecado evitar, para llenar de palabras con sentido el espacio común, el mundo del que ya no nos podemos abstraer.
Alrededor de mil personas llenaron el salón principal del castillo, muchas sentadas, otras de pie en los pasillos laterales y central, otras escuchando a través de altavoces en el patio aledaño, a la intemperie. Otras muchas se volvieron a sus casas al ver, casi una hora antes del acto, que no era posible ni siquiera acceder. Además de la expectación creada, podríamos hablar del personaje de Wyoming, o más bien de la persona de José Miguel Monzón, subido al escenario y manejando la situación y el discurso con las armas naturales y aprendidas de quien lleva toda la vida dedicado al arte, al entretenimiento y a la denuncia. Podríamos hablar de sus facultades oratorias, de su capacidad para mostrarse abiertamente ante cualquier auditorio, partiendo de un punto de ironía hacia sí mismo, hacia la profesión, hacia el papel de los medios de comunicación. Pero no estaríamos descubriendo nada. Si en su programa diario, El Intermedio, las palabras de Wyoming responden a un guión colectivo, las del sábado en Manzanares son las reflexiones del hombre coherente que no cae en la autocomplacencia y se dedica a desenmascarar las trampas del sistema.
El Gran Wyoming es portavoz del descontento de mucha gente, su programa cumple para muchos la verdadera labor de un informativo, y en las distancias cortas encontramos a la misma persona que se ofrece a los medios: ni las atalayas de la popularidad ni el tintineo del dinero parecen desviar el sentido de su defensa del espacio público. Por más que él no se considere un intelectual sino un artista, también ellos tienen que cumplir con la responsabilidad de usar su voz para decir a las claras qué cosas andan mal.
El sentido de la conferencia de José Miguel Monzón el sábado en Manzanares, que se extendió durante dos horas, pasaba por ahí: qué es el espacio público, por qué los ciudadanos deben considerarlo como algo propio y sentirse estafados ante quienes lo esquilman, por qué es mejor conocer y denunciar que meter a todos los responsables políticos en el mismo saco y desertar de la actividad política. "Temo a aquellos que se consideran apolíticos; nuestra actitud ante la vida siempre es política". Wyoming habló del desafecto de la ciudadanía hacia las políticas que parecen ir contra el bienestar del ciudadano, vengan de partidos conservadores o progresistas, pero sobre todo del ejercicio de la coherencia que tanto se echa de menos en los prohombres del país: "Si un presidente dice que no ha cumplido su programa pero ha cumplido con su deber, debe salir inmediatamente; yo no lo he votado por sus convicciones o sus preferencias, lo he votado para que cumpla su programa".
También repasó un problema que nos afecta tan de cerca: la sanidad pública, la externalización de servicios, el funcionamiento oscuro, que acaba en paraísos fiscales, de empresas que entienden la sanidad como una oportunidad de negocio. Habló de la igualdad de oportunidades que, a su parecer, sólo garantiza un sistema educativo público, pues "es lo único que nos puede hacer libres". No dejó de tratar otros asuntos de actualidad que tanta zozobra crean en los ciudadanos: desahucios e imperfecciones del sistema hipotecario, consecuencias de la reforma laboral, corrupción en los partidos políticos. Por encima de todo, Wyoming hizo un llamamiento a los asistentes a sentirse concernidos ante todo lo que pasa alrededor, a poner nombres y exigir responsabilidades a los culpables del desmantelamiento de servicios públicos. Denunció que, al calor de la crisis, asistimos a reformas que poco tienen que ver con la economía, pero que sí socavan las libertades conseguidas por los ciudadanos europeos a lo largo de décadas. Denunció asimismo la doble moral que los políticos alemanes utilizan para gestionar sus asuntos y los asuntos de los países del sur de Europa.
El descontento social se hizo patente también en las muchas intervenciones y preguntas que los asistentes pudieron dirigir a Wyoming: denuncias de recortes o impagos de las administraciones, búsqueda de soluciones o alternativas ideológicas, felicitaciones por la labor de información y denuncia de su programa. Incluso hubo quien le propuso convertirse en el Beppe Grillo español, a lo que el presentador contestó negando su vocación de servicio, "aunque sí se la exija a quienes se presentan".
La conferencia de Wyoming es la cuarta actividad de la Escuela de Ciudadanos durante este curso, después de las que ofrecieron Iñaki Gabilondo, Magdalena Álvarez o el debate que moderó Eduardo Sanmartín y en el que participaron los europarlamentarios Miguel Ángel Martínez y Willy Meyer. Igual de multitudinaria se espera la última de las conferencias de este curso, que impartirá el próximo mes el ex Director General de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza. Hoy, más que nunca, el espacio que llenan estas voces en los actos de la Escuela de Ciudadanos, impulsada y dirigida por Román Orozco, es un espacio necesario, un lugar donde habitar, allí donde habitan la palabra y el sentido común.
Blas Villalta Bellón
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