Sólo una decena de familias de Membrilla mantiene vivo el cultivo de la rosa del azafrán que llega nuestra localidad, como apunta la tradición, con Santa Teresa. Apenas diez fanegas de tierra cultivadas darán una media de 2 a 2,5 libras por celemín de uno de los mejores azafranes del mundo, tanto por las características del suelo de la Vega del Río Azuer como por el cuidado proceso de recogida, monda y tostado artesanal. El azafrán de Membrilla está además acogido a la D.O. Azafrán de La Mancha, reconocido mundialmente por ser uno de los de mayor calidad.
El laborioso proceso de cultivo y recolección, los cambios sociales producidos y la incesante competencia de sucedáneos de peor calidad que entran en nuestros mercados, está provocando el paulatino abandono de esta producción.
Ya nos canta la popular zarzuela de Jacinto Guerrero que es por la mañana, muy tempranito, cuando los vecinos de Membrilla recogen la preciada flor en sus esportillos. Trabajo no exento de pericia para burlar el incómodo estorbo del esparto que nace entre las flores.
Una vez en las casas, se produce la monda artesana y familiar, acompañado de vecinos y amigos que uno a uno extraen los preciados estigmas rojos, a veces hasta altas horas de la madrugada. Del montón obtenido se harán cuatro partes, del que el mondador elegirá una. Será su pago por la ayuda prestada.
El azafrán se tuesta en hornillos caseros, a fuego lento. Es la clave final para conseguir potenciar su extraordinario aroma y su inconfundible sabor.