Apenas trece familias de Membrilla han iniciado estos días la campaña de recogida de la rosa del azafrán, manteniendo viva una tradición ya milenaria en nuestro pueblo y que año tras año tiende a su desaparición: al duro trabajo de cultivo, recolección y monda se une a la escasez de cebolla y su elevado costo. Los precios del azafrán son demasiado variables, pese a la extraordinaria calidad del producto, tras la introducción en el mercado de sucedáneos originarios de otros países aunque en los últimos tiempos se ha producido un incremento considerable pasando de los 600 € a los más de 2000 € por kilo cobrados en el 2008.
A todo ello se suma este año un pequeño descenso en la producción local debido a las inundaciones producidas en la vega del río Azuer el pasado invierno, sobre todo en las zonas cercanas al cerro del Espino, tras el desembalse del pantano de Vallehermoso; la permanencia del agua estancada estropeó la cebolla que ya había sido puesta en el terreno, una pérdida que no sólo incide negativamente en la cosecha del año, sino también en los siguientes. Todo ello en un año en el que el presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen “Azafrán de la Mancha” prevee un incremento de la cosecha de un 10% y aconseja un precio mínimo de 2.400 euros por cada kilo.
Pese a todo, las tierras de Membrilla seguirán dando este año una media de 2 a 2,5 libras por celemín de uno de los mejores azafranes del mundo, acogido a la D.O. Azafrán de La Mancha, y que quizá no recibe ni la atención ni la importancia que se merece.
El laborioso proceso de producción del azafrán de Membrilla
Ya nos canta la popular zarzuela de Jacinto Guerrero que es por la mañana, muy tempranito, cuando los vecinos de Membrilla recogen la preciada flor en sus esportillos. Trabajo no exento de pericia para burlar el incómodo estorbo del esparto que nace entre las flores.
Una vez en las casas, se produce la monda artesana y familiar, acompañado de vecinos y amigos que uno a uno extraen los preciados estigmas rojos, a veces hasta altas horas de la madrugada. Del montón obtenido se harán cuatro partes, del que el mondador elegirá una. Será su pago por la ayuda prestada.
El azafrán se tuesta en hornillos caseros, a fuego lento. Es la clave final para conseguir potenciar su extraordinario aroma y su inconfundible sabor.