El Pabellón del Espino acogió el concierto más esperado del año no solo para los músicos de Membrilla, sino para el público: el preparado en honor a Santa Cecilia, patrona de la música. Y en esta ocasión, siempre especial, la Unión Musical de Membrilla contó con la dirección de uno de los grandes compositores del país: David Rivas.
Bajo su batuta, los músicos completaron una velada magistral en un recorrido por algunas de sus composiciones, elegidas con especial cuidado para trasladar al público a espacios, épocas y sentimientos llenos de gran plasticidad artística; todo en un trabajo que el propio director enfocó personalmente a la evocación plena, compartiendo con la audiencia sus sensaciones e intenciones a la hora de escribir cada obra.
El concierto arrancaba con un pasodoble muy elegante en formas, “Diego Pérez”, -que también sería protagonista del bis de la noche-, para continuar en un recorrido, potente y lleno de fuerza, por “La Ruta del Cid” acompañando a Rodrigo Díaz de Vivar en su camino al destierro hasta su llegada a Valencia. “Retrospección” dejó recuerdos de la exposición de Sorolla en EEUU, evento para el que fue creada, en las notas de Carmen Muñoz (fagot) y Laura Elipe (clarinete). El autor trasladó al auditorio hasta tierras gallegas en “Finisterra” y concluyó con una interpretación épica del mito de “Los últimos días de Troya” perfilando sobre el escenario las imágenes de Paris y caballos de madera, entre profecías, llamas y batallas.
La noche comenzaba con un homenaje muy especial a tres de los músicos de la formación. Marina Jiménez y Alicia Jiménez completaban 25 años en una banda de música de Membrilla. Luis Cordero Sánchez, a sus ochenta años, recibía el cariño y el aplauso por toda una trayectoria dedicada a la música, destacando su faceta como profesor e intérprete de oboe y, sobre todo, su vitalidad y ganas de seguir explorando nuevos “territorios musicales”, ahora con el fagot.
El concierto cerraba un intenso fin de semana de convivencia y celebración en torno a la figura de Santa Cecilia en el que no faltaron las comidas para reponer fuerzas entre ensayos con Rivas y la esperada cena de Santa Cecilia.