Sala de fiestas: una obra de mujeres que luchan por vivir en igualdad

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El grupo Manantial de Teatro, de la Asociación de Amas de Casa de Membrilla, ha puesto en escena a lo largo de este fin de semana la obra original de Norton Palacio Sala de Fiestas. Tres días en los que han vuelto a conquistar al público no sólo con su buen humor, -apenas hubo un espacio de tiempo para poder respirar entre risa y risa-, sino con su buen hacer, fruto de muchas horas de trabajo también visible sobre el escenario.

El elenco de actrices y actores del grupo, bajo la dirección del propio autor, compusieron un cuadro festivo donde las divertidas luchas externas tapaban profundos conflictos internos, palpables en cada secuencia. Y eso fue, precisamente, lo mejor de este grupo: no sólo perfilaron sus alocados personajes con acierto, regalándonos con la generosidad de siempre su buen humor y sus cualidades cómicas, tanto las señoritas de vida alegre como el magnífico trío de beatas o la pícara terna masculina. También nos dejaron leer entre líneas el terrible conflicto interno, latente en cada una de las vidas, con una sensibilidad exquisita. Es lo que desgarró la comedia en la intensa, y extraordinariamente resuelta, escena de la confesión vital de las prostitutas con el Padre Elías, de gran belleza plástica.

Y es que en esta representación también se notó, y mucho, el bagaje teatral y profesional de Norton Palacio, componiendo cuadros escénicos rápidos, con un montaje sencillo pero muy eficaz que habilitaba tres espacios en uno, y permitía sacar la verdad de cada personaje sin mayores artificios ni distracciones. A veces, sólo una iluminación correcta es suficiente para dibujar sobre el escenario una iglesia, una comisaría, un prostíbulo decadente o un silencio.

Sala de fiestas: una obra de mujeres que luchan por vivir en igualdad

Sobre las tablas, las alegres señoritas de la Sala de Fiestas Pilar Fernández, Julia Magdaleno, Leonor Díaz y Alfonsa Moreno, capitaneadas por la Madame Ascensión Nuñez, con Antonia Quiñones como administradora, y ayudadas por la escandalosa trans Basi Fernández. En el lado opuesto del mundo, las beatas escandalizadas: Ana Fernández, Ascensión Moreno y la locuaz Rosa Torralba. En medio del enfrentamiento, la autoridad en sus tres facetas más tópicas: el alcalde Gaspar Fernández, el policía Pepe Atochero y el cura Juan Alfonso Jiménez, quizá los únicos que saben ver la realidad desde el principio, con la coherencia del Padre y a pesar de la picaresca de los civiles.

Al final, lo inesperado: las aguerridas redentoras, en su inhumana cruzada contra el vicio y la depravación, acaban ellas mismas redimidas. El sentido de la obra pudo expresarlo, POR FÍN, la hermana Sagrario:

“¡Siempre he creido que a la gente se la debe conocer antes de juzgarla y que no debemos ser tan represivos, pero tú decías que yo pensaba lo mismo que tú! ¡Siempre he pensado que debemos darles oportunidades a las personas y que nos muestren sus sentimientos, antes de dictaminar si son buenos o malos, virtuosos o bellacos, misericordiosos o canallas, pero tú decías que yo pensaba lo mismo que tú! He venido aquí a ver cómo vivían estas desvergonzadas, a las que hemos denunciado a la policía por agresiones, y me he encontrado con unas mujeres buenas, que viven su vida y dejan vivir sin hacer daño a nadie. ¡No importa que se dediquen a lo que se dedican!; ellas no tienen malicia, no están llenas de odio, se quieren entre ellas. ¿De qué nos sirve rezar todo el día, si estamos amargadas y llenas de mala leche?”

 Sala de fiestas: una obra de mujeres que luchan por vivir en igualdad

Sala de fiestas: una obra de mujeres que luchan por vivir en igualdad

Sala de fiestas: una obra de mujeres que luchan por vivir en igualdad

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