Escribía un diplomado en educación musical que un modo de delimitar la frontera entre la música y el ruido sería “definir el ruido como cualquier señal sonora que interfiere en la recepción correcta de lo que queremos escuchar. En palabras de Shopenhauer, `la sensibilidad de una persona hacia la música varía en forma inversamente proporcional a la cantidad de ruido que puede soportar’, lo que nos da a entender que a medida que aumentamos la selectividad de nuestra audición, aumenta también progresivamente la cantidad de señales de interferencia capaces de distraernos.”
Un buen ejemplo práctico se vivió el pasado sábado en el Pabellón Multiusos del Espino durante el desarrollo del Festival Fin de Curso de la Escuela Municipal de Música. Más de doscientos alumnos, -cerca de trescientos si los contamos por matrículas en diferentes especialidades-, unidos a un cuadro de quince profesores, grandes profesionales de la música muy implicados con el proyecto local, prepararon una audición para despedir el curso. Un selecto repertorio en el que tanto alumnos como profesores habían invertido muchas horas de trabajo, no sólo ensayando, sino componiendo y firmando arreglos magníficos para familias de instrumentos y conjunto. Ellos pusieron la música; el ruido corrió a cargo del público, que superó en esta edición cifras de asistencia y, sin embargo, demostró poco respeto por las personas que se subían al escenario.
Lo extraordinario de la Escuela Municipal de Música de Membrilla es que es capaz de superar cualquier decibelio extraño y plasmar sobre un escenario no sólo su calidad educativa, sino su crecimiento a lo largo de estos casi diez años de vida “oficial” que la han convertido en una gran familia musical. Nunca deja de impresionar la armonía con la que conviven miembros de las cinco agrupaciones musicales de Membrilla, hechas un solo conjunto bajo la batuta de un profesor o del propio Emilio Cano, coordinador de la Escuela y director del conjunto instrumental.
La calidad de la Escuela de Música de Membrilla traspasa las fronteras “locales”: cuenta con alumnos llegados de San Carlos del Valle, Torrenueva, Valdepeñas y Manzanares. Incluso alumnos del Conservatorio siguen viniendo a recibir clase de sus viejos profesores. Y alberga veinte especialidades, que esperan ampliarse con oboe, -desaparecido este último año-, fagot y violonchelo. La enseñanza se ha complementado este curso con dos master-class impartidas por profesoras de las orquestas de RTVE y de la Comunidad de Madrid.
Los resultados de todo ello se vieron las pasadas semanas en las audiciones por instrumentos celebradas en la Casa de Cultura. El colofón, la fiesta final, fue la audición del sábado, donde los más pequeños escenificaron la canción “Un sueño salado”, original de Reyes Baeza, profesora de guitarra, para abrir boca. La propia Reyes dirigió a sus alumnos de guitarra en Israelian Air, siguiendo con el grupo de violines y las obras de Alfarás “El caballo de Búfalo Bill” y “El detective Marlow”. Con adaptaciones de Pilar Fernández, un novedoso grupo de viento madera interpretó piezas de Juego de Tronos, Queen y los Beatles, mientras un potente y numeroso conjunto de viento metal hacía lo propio con temas de Rocky y de Raphael, con adaptaciones de J.L. Carrasco y Xavi Martí.
Como cierre final, la actuación del Conjunto Instrumental de la Escuela dirigido por Emilio Cano, que contó con la colaboración de los alumnos de canto. La Barcarola de Offenbach, Los chicos del Pireo, de Hadjidakis, o el Coro de niñeras y amas de Agua, azucarillos y aguardiente, de Chueca, con adaptaciones del propio Emilio Cano, se completaron con el estreno absoluto de la copla Conchita Medina, a la que puso voz Celia Jiménez. La pieza cuenta con letra del músico manzanareño Cayetano Inarejos y música de Emilio Cano y Miriam Escamilla. Está dedicada a su amiga Conchita Medina, una persona con una discapacidad física importante pero con una capacidad enorme para conocer y entender la copla. Conchita visitó nuestra localidad para asistir al concierto que ofrecieron en la plaza la AMMEC y Eva María, quien le dedicó una copla, instante y velada que dieron origen a la idea de Cayetano. Una interpretación que, por cierto, ya ha recibido las felicitaciones de la propia Conchita Medina.
Agradeciendo tanto el apoyo del ayuntamiento como la colaboración de las dos bandas de música, que a veces ceden a la Escuela su material o sus locales de ensayo, Emilio Cano despidió otra velada dejando patente, y recordando, que la Escuela Municipal necesita de modo urgente ampliar sus instalaciones. El factor humano, ya lo tiene. La música, también.
El año que viene, aportemos además nuestro silencio...