El cochinillo de San Antón

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¿Qué niño de Membrilla no ha sido aupado por sus padres para tocar los cascabeles al cochinillo de San Antón en la ermita de la Virgen del Espino? 

La figura del gorrino, adornado de cascabeles o campanillas, se ha convertido en un elemento totalmente integrado en la imagen de San Antonio Abad, siendo quizá el elemento principal por el que se le reconoce e identifica desde el punto de vista iconográfico.

Sin embargo, el gorrino es un elemento muy lejano a la biografía de Antonio Abad, el eremita del desierto cuya vida y pensamiento nos llegó a través de los escritos de su amigo San Atanasio.

De este modo, el culto popular nos pone de nuevo sobre la mesa la rica fusión de elementos culturales, como casi siempre asociados a cultos precristianos, que a través de las costumbres y usos de nuestros pueblos se han ido transmitiendo de generación en generación, a lo largo de toda la cristiandad.

El origen del gorrino no tiene un momento concreto y definido en el tiempo, sino que es la suma de diferentes celebraciones, usos y leyendas. No hay que olvidar que el cerdo es un animal que aparece vinculado a ritos y religiones desde muy antiguo. Los celtas creían que la divinidad se manifestaba a través de ellos y lo consideraban un animal sagrado. También el jabalí, aunque en este caso vinculado a creencias funerarias al considerarlo una fiera infernal, símbolo además de guerreros y combates.

Los romanos integraron la figura del cerdo y del jabalí en sus celebraciones. El propio Ovidio en su obra Fasti nos describía las Feriae Sementivae y las Paganalia, ceremonias de purificación de campos y animales que se celebraban en el mes de enero, en las que se daba descanso a los animales de trabajo y se les adornaba con flores. En estas fiestas se invocaba a las diosas Ceres y Tellus, en cuyo honor se ofrecía el sacrificio de una cerda preñada, -animal atributo de Ceres que en origen fue un jabalí-: "Coronados de guirnaldas, permaneced, novillos, ante los pesebres llenos: vuestra labor retornará con la tibia primavera. (...) Que la aldea celebre fiesta. Purificad la aldea, campesinos, y ofrendad sobre las hogueras aldeanas los anuales pastelillos. Propíciese a Tellus y a Ceres, madres de las cosechas, mediante la escanda que les es propia y las entrañas de una cerda preñada."

Por otro lado, el cerdo ha sido considerado impuro por muchas culturas. Se le relacionaba con la suciedad y el pecado y, sobre todo en el caso del jabalí o el cerdo negro, como una representación de Satanás. Sumado a la teología cristiana, en la que colocar animales a los pies de los Santos viene a significar la dominación de todo lo malo que el animal representa, en este caso el demonio, nos acerca a una de las primeras interpretaciones del gorrino de San Antón: la leyenda de que Antonio Abad venció a las tentaciones del diablo en el desierto y este quedó obligado a seguirle permanentemente en forma de cerdo o jabalí.

El cochinillo antes de la restauración del 2019A esta leyenda se suma otra posterior a San Atanasio que intenta explicar la figura del guarrillo, muy del gusto de las vidas de santos barrocas y que se cuenta en las tradiciones catalanas, pero cuyo origen podemos intuir en la narrativa greco-romana (Esopo) en la que son frecuentes las historias de animales que comparten experiencias con humanos en el desierto: El milagro de la cerda, -o jabalina-, que acudió a él con sus jabatos ciegos. San Antón los curó y en gratitud la cerda permaneció durante toda la vida a su lado para proteger al santo.

Sin embargo, la figura del cerdo que más importancia ha tenido en la visión iconográfica del santo es la vinculada a la Orden de San Antonio o los Antonianos, nacida en Francia en el siglo XI a partir de una congregación de laicos que fundaron un hospital cerca del santuario donde descansaban las reliquias del propio San Antonio Abad. En ese hospital se cuidaba a los peregrinos y a los enfermos afectados por el Fuego de San Antón, una enfermedad debida al consumo de cereales contaminados con el cornezuelo. En las fórmulas medicinales empleadas, aún hoy estudiadas por la medicina moderna, se utilizaba sebo de cerdo. Pero también, para alimentar a los usuarios del hospital, los hermanos criaban cerdos a los que se les colgaba una campanilla para identificarlos con la orden y se les dejaba sueltos por la población para que fueran alimentados por los vecinos. Después, sus carnes y productos eran repartidos entre los necesitados. El propio San Antón aparece vestido con un hábito que lo identifica con esta orden, en el que suele aparecer pintada la letra Tau propia de los Antonianos.

Escribía Male en su tratado sobre arte religioso que "uno se admira como ejemplo de una mala interpretación, de cómo a fines del XIV San Antonio va siempre acompañado de un cerdo que lleva una campana. La gente pensaba que el santo vivía en el desierto acompañado de este fiel animal, pero nada de eso se lee en la historia eremítica. Debió ser por confusión con una imagen de la fraternidad de monjes antonianos."

Pues de eso, de confusiones y sumas, llegó a nuestras vidas la figura simpática del cochinillo de San Antón, que tanto protagonismo roba con sus cascabeles a la figura del santo egipcio en la hornacina de la ermita de la Virgen del Espino. La pequeña imagen fue objeto de restauración, junto con el santo, el pasado 2019, recuperando tonalidades perdidas bajo la mano de los más pequeños tras décadas de caricias. Cambió el color de su collar de cascabeles del rojo al negro y se revistió de una mirada más "salvaje".  

El gorrino de San Antón se ha convertido en un elemento propio de nuestras costumbres y tradiciones locales, de nuestras fiestas y de nuestro folclore manchego, protagonizando junto al Santo Viejo, numerosas coplas populares.   

Como muestra, la ofrecida por Camerata Cervantina, -grupo folk de Alcázar de San Juan que tan bien trató nuestras Seguidillas de Membrilla-, en su álbum Coplas a San Antón, publicado en 2011. (https://www.youtube.com/watch?v=dMU4Q2TfyCU) Un simpático homenaje que cierra en tierras manchegas el periplo, desde las arenas de Egipto hasta Europa, de este guarrillo singular.- Fdez. Megías.

 

 

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