Numerosos hogares de Membrilla sorprenden estos días navideños a vecinos y visitantes con espectaculares y originales belenes. Instalados en el seno de la familia, fomentan la tradición cristiana del Nacimiento frente a los elementos anglosajones y ofrecen numerosas muestras de originalidad y trabajo artesano que roza, en muchos casos, un verdadero arte en miniatura. Estos belenes no sólo recogen las preceptivas escenas bíblicas en torno al nacimiento de Jesús (anunciación, nacimiento, aviso a los pastores, matanza de los inocentes, adoración de los reyes, huída a Egipto..) sino que incorporan a la vida de Judea, en algunos casos, elementos característicos de la tradición manchega. En los belenes de Membrilla encontramos fraguas, panaderías, carnicerías, pozos y otros elementos propios de nuestros pueblos y campos. Y, en muchas ocasiones, los elementos nacen del trabajo manual del autor, que forma arquitecturas y utillajes con los materiales que tiene a mano, sin necesidad de acudir a la tienda a comprar las “figuritas”.
Entre los belenes más emblemáticos de nuestra población se encuentra el de Domingo Menchén, que permanece montado durante todo el año y que ha sido fruto del trabajo artesanal y minucioso del autor durante toda una vida. Este gran Belén incluye edificios singulares de nuestra población que en muchos casos encierran oficios y tradiciones ya desaparecidos.
Por otro lado, tres son los belenes que desde hace varios años representan el arte y la paciencia de “armar el Belén”, obteniendo los tres primeros puestos en el Concurso Local de Belenes que organiza el Ayuntamiento de Membrilla desde los años 90. Con numerosos primeros premios, incluido el de la presente edición, destaca el Belén de la familia Martín Herrera, una singular obra belenística en varias alturas que ocupa toda una habitación. Es representativo también el Nacimiento de Ana Rodero, más pequeño pero de gran calidad artística en el que la autora y su familia han incorporado numerosas piezas artesanales, lo que le ha valido revalidar este año el segundo puesto conseguido en el citado certamen. Y con grandes dosis de arte y paciencia se ha montado también el belén de Pedro Elipe, que, tras mucho fundir los plomos de la casa, consiguió plasmar en una obra lineal de más de cinco metros el espíritu de Belén rodeado de fraguas, panaderías, pozos y siembras manchegas, repitiendo este año con el tercer premio.
A estas obras “mayores” se suman numerosos nacimientos algo más pequeños pero de gran valor artístico y sentimental, con relevantes toques de originalidad en algunos casos y con mucha ternura en otros, que siguen manteniendo viva la tradición navideña en nuestra población.