La figura de San José, pese a estar presente desde los primeros siglos en la iglesia de Oriente, no gozó de gran reconocimiento en Occidente. Durante la Edad Media, pese a la devoción difundida por algunos santos de peso (Bernardo de Claraval, Tomás de Aquino), su papel en la iglesia quedó relegado a ser una figura anciana, viudo y con hijos, necesaria para reafirmar la figura virginal de la joven María, con los evangelios apócrifos como fuente.
Sin embargo, tuvo que llegar el siglo XV para que este papel cambiase en Europa. Su figura se revalorizó, convirtiéndose en todo un ejemplo cristiano a imitar, y lo hizo a través de un hecho concreto, de especial significado hoy en Membrilla: sus Desposorios con María.
En este cambio tuvo una especial influencia el francés Jean Gerson (1363-1429), Doctor christianissimus, erudito, educador, reformador y poeta, canciller de la Universidad de París y canónigo de Notre Dame y uno de los teólogos más destacados del Concilio de Constanza, que comenzó una fuerte campaña de promoción de la figura de San José. La historia nos describe así el germen de este especial interés:
Su influencia en la resolución del Cisma de Occidente, le generaron bastantes enemistades y desencuentros.
“En 1407, Luis I, duque de Orleans, fue asesinado en las calles de París , por orden del duque de Borgoña, Juan sin Miedo . Su abogado defensor, Jean Petit, argumentó que se trataba de un acto justificable de "tiranicidio". Gerson denunció abiertamente y con frecuencia las proposiciones de Petit e intentó que se condenara su teoría del tiranicidio. Al hacerlo, se ganó la enemistad del poderoso duque de Borgoña. Durante la revuelta de Cabochien de la primavera de 1413, su casa en París fue saqueada y solo escapó del asesinato refugiándose durante dos meses bajo los techos abovedados de Notre-Dame. Gerson creía que había escapado de la turba gracias a la protección de San José.
Cuando Gerson salió de su refugio en la catedral en 1413, comenzó a promover la devoción a San José. Escribió un extenso tratado en francés titulado Consideration sur Saint Joseph, y su extenso poema en latín, Josephina, promovió al santo y sus virtudes en toda Europa occidental. Contrariamente a la iconografía popular que representaba al santo como un anciano, Gerson argumentó que José debía haber sido un hombre joven y fuerte, capaz de apoyar y proteger a la Sagrada Familia”, sobre todo durante el exilio en Egipto.
La presencia de José comenzaría a aparecer fuertemente vinculada a la figura de María como esposo. Poco después, en el marco del Concilio de Constanza (1414), Gerson promovió que se estableciera un día festivo en honor a esos Desposorios de María y José, para lo cual escribió el Oficio de los Esponsales de San José.
A partir de este momento, la devoción a San José fue adquiriendo mayor popularidad y, años después, el papa Sixto IV (1471-1484) incluyó por primera vez su fiesta en el calendario romano, fijándola el 19 de marzo.
El desarrollo posterior de la devoción al santo carpintero sería imparable, hasta nuestros días, sin olvidar la gran difusión ejercida en España por Santa Teresa de Jesús: en 1621, a instancias de los Emperadores Fernando III y Leopoldo I y del Rey Carlos II de España, el Papa Gregorio XV la convierte en fiesta obligatoria. El 8 de diciembre de 1870, Pio IX declara a San José Patrono Universal de la Iglesia; en 1955 Pío XII instituye la fiesta de San José obrero el 1 de mayo. Uno de los últimos acontecimientos reseñables: el Papa Francisco convocó un Año de San José desde el martes 8 de diciembre de 2020 hasta el 8 de diciembre del 2021.
Un largo camino que había comenzado a tomar forma, precisamente, poniendo el foco en sus Desposorios con María.